¿SABÍAS QUE DIOS NO PUEDE DEJAR DE AMARNOS, NO NOS ENGAÑA
NI DEFRAUDA?
LC 11, 1-13
Homilía
del padre Carlos Cardó Franco SJ
Un discípulo le dijo a Jesús:
Enséñanos a orar.
Jesús responde proponiendo el PADRE NUESTRO, que más que una plegaria
ES UN PROGRAMA DE VIDA, PUES CADA UNA DE
SUS PETICIONES HA DE SER LLEVADA A LA PRÁCTICA.
El poder llamar Padre a Dios es el
gran don de Jesús.
Al hacerlo nos reconocemos como HIJOS SUYOS, CREADOS POR AMOR.
Tener a Dios como Padre ES VIVIR CON LA CERTEZA DE QUE SIEMPRE
ESTARÁ CON NOSOTROS, Y ESTO NOS DEBE DAR UNA CONFIANZA INQUEBRANTABLE:
NADA “PODRÁ SEPARARNOS DEL AMOR DE
DIOS MANIFESTADO EN CRISTO JESÚS, SEÑOR NUESTRO”
(Rom 8, 32ss).
La oración, como toda nuestra vida, está orientada a santificar el Nombre de Dios.
La oración, como toda nuestra vida, está orientada a santificar el Nombre de Dios.
Esto
significa tener a Dios en el lugar central que se merece.
Jesús
santificó continuamente el Nombre de Dios su Padre, AMÁNDOLO Y AMANDO A LOS HERMANOS.
Y
así nos enseñó a vivir: “PADRE, YO LES
HE DADO A CONOCER TU NOMBRE Y SE LO DARÉ A CONOCER, PARA QUE EL AMOR CON QUE ME
HAS AMADO ESTÉ EN ELLOS Y YO EN ELLOS” (Jn 17,26).
Santificamos
el nombre de Dios cuando, como Jesús, procuramos hacer su voluntad, cuando nos
rendimos a Él en los momentos críticos, sin miedo a nuestras flaquezas ni a la
muerte misma.
Santificamos
su nombre cuando reconocemos como don suyo lo que tenemos y nos disponemos a
compartirlo con los necesitados. En eso el Nombre de Dios es santificado.
La oración que Jesús nos enseña despierta en nosotros el deseo del reino de Dios. VENGA TU REINO.
Es nuestra esperanza:
Que
la historia confluya en su reino como su término seguro y feliz, cuando Dios
sea todo en todos (1 Cor 15,24.28) y sean creados cielos nuevos y tierra nueva
en que habite la justicia.
Sabemos
que ese reino “ha llegado” ya en Jesús; QUE
“VIENE” A NOSOTROS CUANDO ENCARNAMOS EN NUESTRA VIDA LOS VALORES DEL EVANGELIO;
Y QUE “VENDRÁ” PLENAMENTE CUANDO SE SUPEREN LAS DESIGUALDADES INJUSTAS Y SE
ESTABLEZCA LA FRATERNIDAD ENTRE LOS HIJOS E HIJAS DE DIOS.
El
reino está entre nosotros como semilla que crece y se hace árbol sin que nos
demos cuenta (Lc 13,18s).
Y
es Jesús resucitado, que vendrá finalmente para ser nuestro juez y también NUESTRA ETERNA FELICIDAD Y REALIZACIÓN
COMPLETA.
Por
eso, nuestro deseo de la venida del reino de Dios es nuestro anhelo profundo:
Marana Tha, ¡Ven Señor, Jesús!
Al orar ponemos ante Dios lo que necesitamos: Danos hoy nuestro pan. El pan es vida.
Al orar ponemos ante Dios lo que necesitamos: Danos hoy nuestro pan. El pan es vida.
Necesitamos
el pan material para nuestros cuerpos y el pan espiritual para nuestra vida en
Dios.
Y
decimos pan nuestro, no mi pan, PORQUE
LO QUE DIOS DA TIENE QUE COMPARTIRSE.
EL PAN QUE NO SE COMPARTE GENERA
DIVISIÓN. EL PAN COMPARTIDO ES BENDICIÓN, EUCARISTÍA.
En la oración que Jesús nos dejó EXPRESAMOS TAMBIÉN LA NECESIDAD DEL PERDÓN.
En la oración que Jesús nos dejó EXPRESAMOS TAMBIÉN LA NECESIDAD DEL PERDÓN.
Perdónanos
nuestros pecados.
DIOS NO NIEGA NUNCA SU AMOR QUE
REHABILITA A TODO HIJO SUYO, AUNQUE SEA UN REBELDE O UN MALVADO.
Como
dice el Papa Francisco:
DIOS NO SE CANSA DE PERDONAR, SOMOS
NOSOTROS LOS QUE NOS CANSAMOS DE PEDIR PERDÓN.
Todos
necesitamos perdón.
El
cristiano no es justo sino justificado; no es santo sino pecador tocado por la
gracia divina que lo rehabilita y eleva; no es intolerante ni excluyente y SE MUESTRA COMPASIVO CON EL QUE HA CAÍDO.
POR ESO NO CONDENA, SINO PERDONA.
La confianza en Dios nos lleva a asumir ante Él nuestra radical deficiencia y debilidad, el riesgo de la vida:
La confianza en Dios nos lleva a asumir ante Él nuestra radical deficiencia y debilidad, el riesgo de la vida:
No
nos dejes caer en tentación. No pedimos que nos libre de la prueba, porque
forma parte de la existencia, sino QUE
NOS PROTEJA PARA NO SUCUMBIR, SEGUROS –COMO DICE SAN PABLO– DE QUE “DIOS ES
FIEL Y NO PERMITIRÁ QUE SEAN TENTADOS POR ENCIMA DE SUS FUERZAS, ANTES BIEN CON
LA TENTACIÓN RECIBIRÁN LA FUERZA PARA SUPERARLA” (1 Cor 10,13).
La
gran tentación ES LA PÉRDIDA DE
CONFIANZA, QUE NOS ARRANCA DEL AMOR DE DIOS.
Y para reforzar aún más esta
confianza, Lucas añade dos pequeñas parábolas en las que Jesús pone como
referencia el comportamiento de un amigo con su amigo y el de un padre con su
hijo, para concluir que EL AMOR DE DIOS
ES MUCHO MÁS DISPONIBLE Y GENEROSO QUE EL DE UN AMIGO O EL DE UN PADRE TERRENO.
El amor de padre es en sí la
verdadera parábola que usa Jesús para hacernos ver que DIOS NOS AMA COMO EL MÁS PATERNAL DE LOS PADRES Y LA MÁS MATERNAL DE
LAS MADRES; AMA GRATUITAMENTE, NO POR NUESTROS MÉRITOS; AMA SIEMPRE, NO
UNAS VECES SÍ Y OTRAS NO; NO PUEDE DEJAR DE AMAR, NO ENGAÑA NI DEFRAUDA.
¿Qué padre hay tan malo que se atreva
engañar a su hijo pequeñito dándole algo inservible o peligroso?
Si esto es así con los padres de la
tierra, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan?
Queda claro, pues, que el don por
excelencia que se obtiene con la oración es el Espíritu que nos libera, que
inspira creatividad, empeño y fortaleza en las dificultades, claridad para ver
los acontecimientos de la vida a la luz de Dios Y PONER AMOR EN TODO LO QUE VIVIMOS.