viernes, 26 de agosto de 2016

ELEGÍA PARA UN AMIGO JÓVEN

ELEGÍA PARA UN AMIGO JÓVEN

GONZALITO

Esta es una elegía para un amigo que sólo tenía 28 años de edad y vivió siempre haciendo el bien.

Cuando morimos, el señor nos sostiene, no nos hundimos en la nada, Él nos acoge en la vida eterna y nos preserva como persona, como Él mismo y todo Él en nuestra nueva vida de resucitado.

Dios nos acepta y salva de la muerte, dándonos una nueva vida.

Es así que si vivimos con la verdad más profunda de nuestra existencia, que es sabernos amados, y además el Señor siempre nos ha mirado con la misma ternura de una madre, nos llevará amparados en la sombra de su brazo.

Dios siempre nos dice eres mi amigo, y hoy te ha dicho: ya estás en mi reino y nada nos separará. Ahora somos uno.

El sufrir, y el morir con Jesucristo, tienen sentido y esperanza, nos eleva, nos ennoblece, y siempre será bello y bueno.

Porque Él padeció y murió como nosotros, con nosotros y por nosotros para mostrarnos un sepulcro vacío después de la barbarie, y darnos su luz sobre la tierra después de las tinieblas.

Hagamos que el  bien se nos arraigue y desarrolle, para vivir con dignidad y plenitud, conduciéndonos  por el camino que reconoce al otro y busca su bien.

Gonzalito, asumiste verdaderamente con tus ojos, el mensaje de Cristo en su belleza, y lo acogiste con fe, con inteligencia y en el corazón,  así contemplaste las dimensiones de misterio que provoca nuestro asombro, haciéndolo nuestro.

Gonzalito, el sufrimiento de la condición humana te inspiró buscar el camino hacia Jesús, nuestro redentor, y así supiste que quien acepta la invitación de Cristo vive con alegría, librado de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento, es decir, con Él nace y renace la alegría.

Gracias a tu corazón creyente, desprendido y  sencillo, nos enseñaste que debemos vivir seguros de que somos infinitamente amados más allá de todo, como un brote de luz.
Viviste con un sentimiento de esperanza, respetando los ideales y valores morales que destacan y afirman la dignidad del hombre.

Este modo de vivir, te abrió un camino nuevo de luz y de esperanza, que se mantuvo a lo largo de tu vida a pesar de los días oscuros, dramáticos y tristes que nos ha tocado vivir.

Conociste el corazón de nuestra Iglesia, desde donde han ido brotando los verdaderos sentidos de la vida, del éxito, de la seguridad para alcanzar un mundo que necesita desesperadamente una visión moral para construir un orden social más humano.

Hiciste realidad en tu vida la visión del salmista, que nos  dijo que: ´´La justicia y la paz se besan, para anticipar el Reino de Dios”.

El señor hizo que elevaras tu mente desde las condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde ahora estas gozando de felicidad y de paz imperecederas, y eso, nos debe dar mucha alegría.

Frecuentemente en este mundo, lleno de ruido, esa voz suave y amorosa que habla en el silencio y en la soledad de nuestros  corazones, no es escuchada o no es convincente a pesar que nos llega por infinitos caminos y en diferentes tonos.

Es así que muchos se siguen preguntando ¿Qué es la vida?, sin encontrarle sentido, y lo que sucede es que muchos no  han prestado oídos a la sabiduría de Dios víctimas del tiempo y del dinero.

Generalmente no nos sentimos merecedores a tantas muestras de amor. Este sentimiento es el que nos aleja  del verdadero lugar en el cual si se puede oír esa voz tierna que me llama ´´mi amado”.

Quien acepta la invitación de Cristo vive con alegría, librado de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento, con Él nace y renace la alegría.


ü Siempre Tuviste Espacio para los demás y sobre todo para los pobres,
ü Siempre Escuchabas la voz de Dios, y gozabas la dulce alegría de su amor,
ü Siempre palpitó en ti el entusiasmo por hacer el bien.
ü Siempre Llevaste una vida digna, como Dios desea para todos nosotros.

El creyente, no tiene duda de que incluso en el dolor más intenso, en la culpa más honda y en la muerte más inexplicable, el amor de Dios es una fuerza enorme para aceptar y soportar la Situación.

El Dios de Jesús esta junto a los que sufren con su amor salvador, acompañando y compadeciendo.

Dios, está también en el inmenso dolor de los enfermos, humillados y maltratados, incluso de aquellos que están enfrascados en hacer el mal que parecen no tener salida.

Y esta con el amor que comparte las heridas y la consternación.
Siempre que el hombre grite a Dios por cualquier dolor o sufrimiento, siempre estará acompañado por el grito de ese Dios humano que es Jesús.
Ahí está como cuando oró en el huerto y en la Cruz.


                            ¡HASTA PRONTO, QUERIDO GONZALITO!