ELEGÍA PARA UN AMIGO JÓVEN
GONZALITO
Esta es una elegía
para un amigo que sólo tenía 28 años de edad y vivió siempre haciendo el bien.
Cuando morimos, el
señor nos sostiene, no nos hundimos en la nada, Él nos acoge en la vida eterna y nos preserva como persona, como Él
mismo y todo Él en nuestra nueva vida de resucitado.
Dios nos acepta y salva de la muerte, dándonos una nueva
vida.
Es así que si vivimos con la verdad más
profunda de nuestra existencia, que es sabernos amados, y además el Señor
siempre nos ha mirado con la misma ternura de una madre, nos llevará amparados en la sombra de su brazo.
Dios siempre nos dice eres mi amigo, y hoy te
ha dicho: ya estás en mi reino y nada
nos separará. Ahora somos uno.
El sufrir, y el morir con Jesucristo, tienen sentido y esperanza, nos eleva, nos
ennoblece, y siempre será bello y bueno.
Porque Él padeció y murió como
nosotros, con nosotros y por nosotros para
mostrarnos un sepulcro vacío después de la barbarie, y darnos su luz sobre la
tierra después de las tinieblas.
Hagamos que el bien se nos arraigue y desarrolle, para vivir
con dignidad y plenitud, conduciéndonos por el camino que reconoce al otro y busca su
bien.
Gonzalito, asumiste verdaderamente
con tus ojos, el mensaje de Cristo en su belleza, y lo acogiste con fe, con
inteligencia y en el corazón, así
contemplaste las dimensiones de misterio que
provoca nuestro asombro, haciéndolo nuestro.
Gonzalito, el sufrimiento de la condición humana te inspiró buscar
el camino hacia Jesús, nuestro redentor, y así supiste que quien
acepta la invitación de Cristo vive con
alegría, librado de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento, es decir,
con Él nace y renace la alegría.
Gracias a tu corazón creyente, desprendido y sencillo, nos enseñaste que debemos vivir
seguros de que somos infinitamente amados más allá de todo, como un brote de
luz.
Viviste con un
sentimiento de esperanza, respetando los ideales y valores morales que
destacan y afirman la dignidad del hombre.
Este modo de vivir, te abrió un camino nuevo de luz y
de esperanza, que se mantuvo a lo largo de tu vida a pesar de los días oscuros,
dramáticos y tristes que nos ha tocado vivir.
Conociste el
corazón de nuestra Iglesia, desde donde
han ido brotando los verdaderos sentidos de la vida, del éxito, de la seguridad
para alcanzar un mundo que necesita desesperadamente una visión moral para
construir un orden social más humano.
Hiciste
realidad en tu vida la visión del salmista, que nos dijo que: ´´La
justicia y la paz se besan, para anticipar el Reino de Dios”.
El señor
hizo que elevaras tu mente desde las condiciones transitorias de esta vida
terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde ahora estas gozando de felicidad y de paz imperecederas, y eso,
nos debe dar mucha alegría.
Frecuentemente en este mundo, lleno de
ruido, esa voz suave y amorosa que habla en el silencio y en la soledad de
nuestros corazones, no es escuchada o no
es convincente a pesar que nos llega por
infinitos caminos y en diferentes tonos.
Es así que muchos se siguen preguntando ¿Qué es la vida?, sin encontrarle sentido, y
lo que sucede es que muchos no han
prestado oídos a la sabiduría de Dios
víctimas del tiempo y del dinero.
Generalmente no nos sentimos merecedores a
tantas muestras de amor. Este sentimiento es el que nos aleja del verdadero lugar en el cual si se puede oír esa voz tierna que me
llama ´´mi amado”.
Quien acepta la invitación de Cristo vive con alegría, librado de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento, con Él nace y renace la alegría.
ü Siempre Tuviste Espacio para los demás y sobre todo para los pobres,
ü Siempre Escuchabas la voz de Dios, y gozabas la dulce alegría de su amor,
ü Siempre palpitó en ti el entusiasmo por hacer el bien.
ü Siempre Llevaste una vida digna, como Dios desea para todos nosotros.
El creyente, no tiene
duda de que incluso en el dolor más intenso, en la culpa más honda y en la
muerte más inexplicable, el amor de Dios es una fuerza enorme para aceptar y
soportar la Situación.
El Dios de Jesús esta
junto a los que sufren con su amor salvador, acompañando y compadeciendo.
Dios, está también en
el inmenso dolor de los enfermos, humillados y maltratados, incluso de aquellos
que están enfrascados en hacer el mal que parecen no tener salida.
Y esta con el amor que
comparte las heridas y la consternación.
Siempre que el hombre
grite a Dios por cualquier dolor o sufrimiento, siempre estará acompañado por
el grito de ese Dios humano que es Jesús.
Ahí está como cuando
oró en el huerto y en la Cruz.
¡HASTA
PRONTO, QUERIDO GONZALITO!