¿POR
QUÉ TIENEN MIEDO, HOMBRES DE POCA FE?
(Mt 8, 23-27)
Padre Carlos Cardó
En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con
sus discípulos.
De pronto se levantó en el mar una tempestad tan
fuerte, que las olas cubrían la barca; pero Él estaba dormido.
Los discípulos lo despertaron, diciéndole:
"Señor, ¡sálvanos, que perecemos!”. Él les respondió:
"¿POR QUÉ TIENEN MIEDO, HOMBRES
DE POCA FE?"
Entonces se levantó, dio una orden
terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y aquellos
hombres, maravillados, decían: "¿Quién es éste, a quien hasta los vientos
y el mar obedecen?".
En el relato que hace Mateo de la
tempestad calmada se destaca primero la dimensión cristológica y luego la
eclesiológica (de las ultimas cosas) del milagro.
Y dado que la narración viene después
de dos avisos enérgicos de Jesús sobre las condiciones que exige su seguimiento
(8, 18-22), se puede decir que LA TRAVESÍA POR UN MAR TEMPESTUOSO ES COMO
UNA REPRESENTACIÓN PLÁSTICA DEL SEGUIMIENTO DE JESÚS EN UNA IGLESIA QUE NO
ESTARÁ EXENTA DE PRUEBAS, CRISIS Y DIFICULTADES.
El primer versículo lo sugiere: Jesús subió a una barca y sus discípulos lo
siguieron.
Ante todo se pone de relieve el poder salvador de Jesús sobre las
fuerzas del mal que amenazan la vida.
Cristo aparece como el Señor de la
naturaleza, que es capaz de:
“SERENAR EL RUGIDO DE LOS MARES Y EL
ESTRUENDO DE SUS OLAS”,
“AMANSAR LAS OLAS EMBRAVECIDAS” Y
“REDUCIR EL TEMPORAL A SUAVE BRISA”, poder propio del Dios Altísimo que domina todo lo
creado (Cf. Sal 65,8; 89,10;
107,29).
El relato de Mateo tiene, por tanto,
un carácter teofánico.
Es una revelación del misterio de
Jesús, verdadero Hijo de Dios, que deja estupefactos a quienes todavía no
tienen fe.
Viene luego el significado
eclesiológico del acontecimiento.
Los discípulos siguen a Jesús y suben
con Él a la barca. Desde la antigüedad cristiana hasta hoy SE INTERPRETA EL SÍMBOLO DE LA BARCA COMO LA NAVE DE LA IGLESIA.
Aquí, Mateo subraya la idea de una
nave frágil, que es amenazada por la tempestad.
La comunidad a la que Mateo dirige su
evangelio necesita una palabra de
aliento porque padece la cruel persecución del judaísmo farisaico.
Pero trascendiendo dicha
circunstancia histórica, aparece claro que seguir a Jesús en la barca de la
Iglesia CONLLEVA ACEPTAR DE ANTEMANO QUE
LA TRAVESÍA NO VA A SER FÁCIL. EL MAR Y EL AGUA SIMBOLIZAN EN LA BIBLIA EL
PODER DEL MAL Y LAS TINIEBLAS.
El mar que surca la nave de Cristo no
siempre es apacible, sino agitado también por tempestades, crisis y
dificultades, en las que se pone a prueba la fe de los discípulos.
Jesús, sin embargo, duerme tranquilo,
SUPERIOR A TODO, POR ENCIMA DE LAS VICISITUDES
DEL TIEMPO Y DE LA HISTORIA.
Los discípulos fijan sus ojos en Él
en busca de auxilio. ¡Señor,
sálvanos, que nos hundimos!
La barca agitada por las olas y los
discípulos atemorizados HACEN VER QUE LA
IGLESIA ES UNA COMUNIDAD DE DÉBILES Y PECADORES.
Asistida de continuo por el Espíritu
que no la abandona nunca, sufre sin embargo la inseguridad propia de los
humanos ante los peligros de las persecuciones y también ante los cambios que
le vienen impuestos o que juzga necesario hacer.
En tales circunstancias, la Iglesia
se siente también llamada a examinarse y a reconocer sus deficiencias, por las
que el Señor le puede dirigir hoy el mismo reproche que hizo a sus discípulos: ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
Las palabras de Jesús no causan
desaliento. SI LA IGLESIA LAS ACOGE,
PUEDE SALIR FORTALECIDA DE LAS PRUEBAS.
El poder del Señor, actuante en ella,
puede restablecer la paz. El
Señor ordenó a los vientos y al mar y se hizo una gran tranquilidad.
Conviene advertir que la calma que
aporta Jesús no es sólo individual, como un consuelo privado, sino que es UNA EXPERIENCIA DE LA COMUNIDAD, QUE SE VE
FORTALECIDA EN SU FE, ESPERANZA Y AMOR PARA CUMPLIR SIN MIEDOS LA TAREA
EVANGÉLICA.
El pasaje concluye de manera un tanto
abrupta por la aparición de unos hombres, que no son los discípulos, una vez
calmada la tempestad. Son personas que no saben quién es Jesús y se preguntan
sobre su origen.
Los discípulos sí saben quién es y lo
han invocado como Señor. El
evangelio no juzga a aquellos ignorantes.
Vienen a ser los que reciben la
Palabra transmitida por la comunidad y van de asombro en asombro, abriéndose al
conocimiento del Señor.
Las crisis y problemas ponen a prueba
la fe, PERO SON TAMBIÉN OPORTUNIDADES
PARA RECONOCER LA PROPIA NECESIDAD DE SALVACIÓN Y SALIR FORTALECIDOS.
El actuar con falta de visión y
sentir inseguridad y miedo es una experiencia propia del itinerario de la fe,
la viven las personas individuales y la Iglesia.
Advertir la compañía del Señor
permite restablecer la paz –personal e institucional– CON EL PREDOMINIO DE LA RECTA RAZÓN QUE DISCIERNE Y DE LA CONFIANZA QUE
BROTA DE LA FE.
Publicado por Parroquia de Fátima Miraflores en 0:01