El Papa y los homosexuales: distinguir pecado y
pecador es la tradición cristiana.
En varias ocasiones el Pontífice
argentino se ha expresado en contra de las «colonizaciones ideológicas»
refiriéndose explícitamente a la teoría de género
Las
duras palabras sobre el «adoctrinamiento» de la teoría de género que pronunció
Papa Francisco el sábado pasado, primero de octubre, en Tiflis, dieron la
vuelta al mundo. En esa ocasión estaba respondiendo al testimonio de una joven
madre de familia, y no había en ellas particulares novedades, salvo la imagen
de la «guerra mundial» en contra del matrimonio.
En
varias ocasiones el Pontífice argentino se ha expresado en contra de las
«colonizaciones ideológicas» refiriéndose explícitamente a la teoría de género.
Los
que siguen de lejos ciertas afirmaciones papales se quedaron sorprendidos, en
su momento, por aquel « ¿quién soy yo para juzgar?», pero les ha costado
asimilar las afirmaciones de Bergoglio, como si se estuvieran despertando de un
sueño, según el cual el pecado ya no existiría.
Durante
el vuelo de regreso de Bakú a Roma, al dialogar con los periodistas que lo
acompañaron en su viaje a Azerbaiyán, el Papa respondió a una pregunta sobre la
teoría de género y sobre la actitud del pastor FRENTE A LAS PERSONAS QUE SUFREN POR SU IDENTIDAD SEXUAL.
Francisco,
sin cambiar ni una coma a sus críticas hacia la teoría de género, dijo QUE HABÍA ACOMPAÑADO Y «ACERCADO AL SEÑOR»
A PERSONAS CON TENDENCIAS HOMOSEXUALES, A PERSONAS QUE PRACTICAN LA
HOMOSEXUALIDAD E INCLUSO A TRANSEXUALES.
Dijo
que lo había hecho cuando era cura, cuando era obispo e incluso como Papa. Y
sus palabras sorprendieron la sensibilidad de muchos. UNA ACTITUD DE ACOGIDA, DE APERTURA, PUESTO QUE JESÚS «SEGURAMENTE
NO DIRÍA: “¡VETE, PORQUE ERES HOMOSEXUAL!”, NO».
Algunos
tal vez se podrán sorprender porque no estaban acostumbrados a escuchar a un
Papa decir estas cosas, pero (una vez más), Francisco simplemente ha sido cura.
La
distinción entre el error y quien yerra, entre el pecado y el pecador, no es un
invento bergogliano, sino pertenece a la
tradición cristiana.
Debería,
más bien, llamar la atención que las palabras de apertura sean interpretadas o
instumentalizadas tanto por los «relativistas» como por los «rigoristas», como
el fin anunciado de cualquier regla en materia de moral sexual.
Una
buena noticia para los primeros; el apocalipsis para los segundos. En ambos
casos, falta el ensimismamiento con la mirada de Jesús, QUE SIENTE COMPASIÓN Y DERRAMA MISERICORDIA, CON LA PARÁBOLA DEL BUEN
PASTOR QUE DEJA A LAS NOVENTA Y NUEVE OVEJAS PARA IR A BUSCAR A LA OVEJA
EXTRAVIADA.
Para
los primeros, cada frase del Pontífice debe ser reducida a consigna e
interpretada como «¡todos libres!». Para los segundos, cualquier alusión
pastoral de misericordia, cualquier llamado a la acogida y al discernimiento de
las diferentes situaciones, suena como una peligrosa forma de «buenismo».
El
ejemplo fulminante para describir la situación de la Iglesia contemporánea se
lo ofreció a Francisco el transexual español Diego Neria Lejárrag. Es un
ejemplo que vale la entrevista entera. Y así lo contó el Papa: «en el barrio en
el que vivía estaban el viejo sacerdote, el viejo párroco, y uno nuevo. Cuando
el nuevo párroco lo veía, le gritaba desde la acera: “¡Te vas a ir al
infierno!”. Cuando se encontraba con el viejo, le decía: “¿Desde hace cuánto
que no te confiesas? Ven, ven, así te confieso y puedes hacer la comunión”».
Sorprenden estas actitudes tan diferentes. El cura más joven ya había condenado
a Diego. El cura más viejo, que se formó en la Iglesia de los años cincuenta,
trataba de acercarlo y de acompañarlo.
Cuando
era arzobispo en Buenos Aires, a los que le preguntaban qué habría escrito
sobre su lapida, el actual Pontífice respondió: «Jorge Mario Bergoglio. Cura».
Y no es difícil imaginar con cuál de los dos sacerdotes citados se identifica,
proponiendo hacer lo mismo.
CUANDO UNO ENTRA EN CONTACTO CON LAS
VIDAS, CON LOS SUFRIMIENTOS, LAS EXPERIENCIAS A VECES DRAMÁTICAS DE LAS
PERSONAS, EN LA CONDICIÓN EN LA QUE SE ENCUENTREN,
explicó el Papa durante la entrevista en el avión, HAY QUE ENSIMISMARSE CON LA MIRADA DE JESÚS YA LO INDICABA SAN
AMBROSIO, EN EL «DE ABRAHAM»: «EN DONDE SE TRATA DE EXTENDER LA GRACIA, ALLÍ
CRISTO ESTÁ PRESENTE; CUANDO SE DEBE EJERCER EL RIGOR, ESTÁN PRESENTES SOLO LOS
MINISTROS, PERO CRISTO ESTÁ AUSENTE».
El
ejemplo que le contó a Francisco el transexual español describe bien la
diferencia entre los que se dedican a ser «repetidores» de doctrinas abstractas
sin involucrarse verdaderamente con las
vidas de los hombres y de las mujeres heridos, y los que, por el contrario, no
se olvidan de que la Iglesia «NO ESTÁ EN EL MUNDO PARA CONDENAR, SINO PARA
PERMITIR EL ENCUENTRO CON ESE AMOR VISCERAL QUE ES LA MISERICORDIA DE DIOS».