martes, 27 de diciembre de 2016

TODA FORMA DE ACUMULACIÓN DE RIQUEZA INDEBIDA Y SU DESPILFARRO ES INMORAL.

TODA FORMA DE ACUMULACIÓN DE RIQUEZA INDEBIDA Y SU DESPILFARRO ES INMORAL.


El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre y precede a su caída; NO ES, POR ELLO, NI UN CASTIGO NI UNA MALDICIÓN.

El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de condiciones para una vida decorosa, e instrumento eficaz contra la pobreza (Cf. Prov 10,4).

NO DEBEMOS CAER EN LA TENTACIÓN DE IDOLATRAR EL TRABAJO, PORQUE EN ÉL NO SE PUEDE ENCONTRAR EL SENTIDO ÚLTIMO Y DEFINITIVO DE LA VIDA; EL TRABAJO ES ESENCIAL, PERO ES DIOS, NO EL TRABAJO, LA FUENTE DE LA VIDA Y EL FIN DEL HOMBRE.

En el trabajo humano resplandece la belleza de la creación. “Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador, y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que «constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra», por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos.

El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre; es probablemente la clave esencial de toda la cuestión social”.

El trabajo humano procede de la persona y está esencialmente ordenado y finalizado a ella.
El trabajo debe estar orientado hacia el sujeto que lo realiza, porque la finalidad del trabajo, de cualquier trabajo, es siempre el hombre.

Gracias a ello es posible la afirmación de que EL TRABAJO ES PARA EL HOMBRE Y NO EL HOMBRE PARA EL TRABAJO, y que la finalidad del trabajo, de cualquier trabajo realizado por el hombre, sigue siendo siempre el hombre mismo.

EL TRABAJO ES “UNA OBLIGACIÓN, ES DECIR, UN DEBER”, Y ES TAMBIÉN UN DERECHO FUNDAMENTAL Y UN BIEN PARA EL HOMBRE.

La Iglesia ha enseñado el valor del trabajo por su carácter de necesidad.
Efectivamente, el trabajo es necesario para formar y mantener una familia, para adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la familia humana.

“El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él.
La plena ocupación es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.

UNA SOCIEDAD DONDE EL DERECHO AL TRABAJO SEA ANULADO O SISTEMÁTICAMENTE NEGADO Y DONDE LAS MEDIDAS DE POLÍTICA ECONÓMICA NO PERMITAN A LOS TRABAJADORES ALCANZAR NIVELES SATISFACTORIOS DE OCUPACIÓN, NO PUEDE CONSEGUIR SU LEGITIMACIÓN ÉTICA NI LA JUSTA PAZ SOCIAL”.

EL DESEMPLEO, LA INJUSTA REMUNERACIÓN DEL TRABAJO Y EL VIVIR SIN QUERER TRABAJAR SON CONTRARIOS AL DESIGNIO DE DIOS.

El discípulo y misionero, respondiendo a este designio:
Promueve la dignidad del trabajador y del trabajo,
El justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, Desarrolla la cultura del trabajo y denuncia toda injusticia. .

En el Antiguo Testamento se encuentra una doble postura frente a los bienes económicos y la riqueza.
Por una parte, hay aprecio a la disponibilidad de bienes materiales considerados necesarios para la vida, vistos como una bendición de Dios.
Por otra parte, los bienes económicos no son condenados en sí mismos sino por su mal uso; así, por ejemplo la tradición profética denuncia:
La estafa,
La usura,
La explotación,
Las injusticias,
La opresión a los pobres, etc. (Cf. Is 58,3 -11; Jer 7,4-7; Os 4,1-2; Am 2,6-7; Miq 2,1-2).

Jesús asume toda la tradición del Antiguo Testamento sobre los bienes económicos, la riqueza y la pobreza, confiriéndole una definitiva claridad y plenitud (Cf. Mt 6,24; 13,22; Lc 6,20-24; 12,15-21; Rom 14,6-8; 1Tim 4,4).

Los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente, conservan siempre un destino universal.
TODA FORMA DE ACUMULACIÓN INDEBIDA ES INMORAL, precisamente porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes.

La utilización del propio poder adquisitivo DEBE EJERCITARSE EN EL CONTEXTO DE LAS EXIGENCIAS MORALES DE LA JUSTICIA Y DE LA SOLIDARIDAD, Y DE RESPONSABILIDADES SOCIALES PRECISAS:          

NO SE PUEDE OLVIDAR “EL DEBER DE LA CARIDAD, ESTO ES, EL DEBER DE AYUDAR CON LO PROPIO «SUPERFLUO» Y, A VECES, INCLUSO CON LO PROPIO «NECESARIO», PARA DAR AL POBRE LO INDISPENSABLE PARA VIVIR”