SÓLO ALCANZAREMOS LA
PAZ Y LA TRANQUILIDAD SI TRATAMOS DE ASIMILAR EL MODO DE VIVIR DE JESUCRISTO.
Mt. 11, 28-30
Carlos Cardó SJ
Jesús tomó la palabra y dijo: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo Y APRENDAN DE MÍ, PORQUE SOY PACIENTE Y HUMILDE DE CORAZÓN, Y ASÍ
ENCONTRARÁN ALIVIO.
PORQUE MI YUGO ES
SUAVE Y MI CARGA LIVIANA».
La invitación
que hace Jesús, ¡Vengan a mí los
que están cansados y agobiados que yo los aliviaré!, se refiere en
primer lugar a los judíos que se veían forzados a practicar una religión
convertida por los fariseos y doctores de la ley en una intrincada red de
reglamentaciones minuciosas de la ley mosaica, QUE SOFOCABA LA LIBERTAD DE LAS CONCIENCIAS Y ERA MUY DIFÍCIL DE
CUMPLIR (Cf. Mt 23,4).
Jesús se muestra
como un maestro muy diferente.
La ley que
enseña para el ordenamiento de las relaciones con Dios y con el prójimo es un
yugo suave y una carga ligera, PORQUE ES
ANTE TODO LA RESPUESTA AGRADECIDA AL AMOR DE DIOS QUE HACE HIJOS E HIJAS A
QUIENES CREEN EN ÉL, Y QUIERE SER AMADO Y RESPETADO CON LIBERTAD, NO POR
OBLIGACIÓN NI POR TEMOR.
Además, la
originalidad más característica de Jesús como maestro es que no reduce su enseñanza
a la transmisión de normas y prohibiciones, sino que ORIENTA A SUS DISCÍPULOS A UNA ADHESIÓN A SU PERSONA Y A SU MENSAJE,
QUE EQUIVALE A SEGUIRLO E IMITARLO.
A ELLO INVITA, NO CONSTRIÑE NI
SE IMPONE.
SER DISCÍPULO SUYO ES ENTRAR A
UNA COMUNIDAD DE VIDA CON ÉL Y CON SUS DISCÍPULOS, CARACTERIZADA POR RELACIONES
MUTUAS DE AFECTO Y SERVICIO, A TRAVÉS DE LAS CUALES, O AL CALOR DE LAS CUALES,
EL DISCÍPULO VA ASIMILANDO LA
FORMA DE SER DEL MAESTRO, SOBRE TODO SU AMOR MISERICORDIOSO PARA CON LOS POBRES
Y LOS QUE SUFREN.
Por muchos
motivos se puede pensar que la práctica de la fe cristiana hoy está muy lejos
de aquella religión de la ley impuesta por el judaísmo fariseo.
Pero no cabe
duda que pervive aún como mentalidad en personas que buscan la seguridad de contar
con el favor de Dios gracias al cumplimiento de lo que está mandado.
Se observa así
la ley moral más por el temor al castigo o la esperanza del premio, que por el
amor y gratitud hacia el Padre; pudiendo llegar incluso a un cumplimiento
escrupuloso y rigorista de los detalles de la ley, PERO SIN PONER EN ELLO EL CORAZÓN, QUE ES LO DIOS RECLAMA.
Jesús llevó a la
perfección y condensó toda la moral en su único y principal mandamiento. Pues la Ley entera se resume en una frase:
Amarás al prójimo como a ti mismo (Gal 5,14).
UNA RELIGIÓN LEGALISTA ES
FATIGA Y OPRESIÓN Y SE CONVIERTE EN MUERTE PORQUE DEGENERA EN LA VANAGLORIA DE
HACER LAS COSAS PARA SER VISTO, EN LA HIPOCRESÍA QUE LLEVA A JUZGAR A LOS
DEMÁS, Y EN EL ORGULLO DE QUIEN NO PUEDE ACEPTAR LA SALVACIÓN COMO UN DON,
PORQUE PREFIERE TENER LA SEGURIDAD DE GANÁRSELA CON LAS OBRAS QUE HACE Y LOS
DEBERES QUE CUMPLE.
El amor
cristiano, en cambio, pone a la ley en su lugar, de medio y no de fin, y mueve
a curar a un enfermo aunque la ley prohíba hacerlo en día sábado, o a sentarse
a la mesa con publicanos y pecadores, AUNQUE
ÉSTE SEA UN COMPORTAMIENTO CRITICABLE.
Vengan, yo los aliviaré. La nueva ley del
amor que Jesús trae ensancha el corazón, alivia y descansa, es justicia nueva,
que nos hace confiar no en lo que podemos lograr con nuestros esfuerzos para
santificarnos, SINO EN LO QUE PUEDE
HACER EN NOSOTROS EL AMOR DE DIOS (1
Cor 5,10).
Responder a la
invitación del Señor –Vengan a mí y yo
los aliviaré– ES, EN DEFINITIVA, APRENDER
DEL CORAZÓN DE JESÚS MANSEDUMBRE, HUMILDAD, SENCILLEZ Y AMABILIDAD, EN
OTRAS PALABRAS, VIVIR COMO HERMANOS.
EN ESTO CONSISTE LA VERDAD QUE
LIBERA, QUE HACE VIVIR EN AUTENTICIDAD, CAPACES DE ALEGRÍA Y CREATIVIDAD, DE
GRANDEZA DE ÁNIMOS Y CORAZÓN ENSANCHADO.
CORAZÓN DE JESÚS HAZ NUESTRO
CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO.
De esta certeza brota la
inquebrantable confianza. Jesús nos la asegura con sus palabras: Por eso San
Claudio de la Colombière llegaba a decir en su Acto de Confianza: “Dormiré y descansaré en paz… Que otros
esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la
inocencia de sus vidas o sobre el rigor de sus penitencias, o sobre el número
de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor,
toda mi confianza es mi confianza misma.
PORQUE TÚ, SEÑOR, SÓLO TÚ, HAS
ASEGURADO MI ESPERANZA.
EN TI, SEÑOR, ESPERÉ, Y NO QUEDARÉ
DEFRAUDADO.
Y ESTOY SEGURO DE QUE ESPERARÉ
SIEMPRE, PORQUE ESPERO IGUALMENTE ESTA INVARIABLE ESPERANZA”.