EN EL DIA DE SU MATRIMONIO
Ronald LacunzaTello
Luis y Fiorela hoy con su matrimonio están dando inicio,
en sus vidas, a una realización plena entregándose mutuamente con
amor a la persona amada, pasando, ahora, a ser los dos uno solo”.
Esta relación encuentra su expresión más densa y significativa en la unión que ustedes
acaban de realizar, de la que a su vez, puede
surgir una vida nueva por una acción creativa, que los hace participar de
la fecundidad de Dios, fuente y origen
de la vida.
Los lenguajes con que se expresa esta experiencia
pueden cambiar a lo largo de los tiempos, pero siempre quedará esta verdad: que
cuando un hombre y una mujer deciden unirse, ahí se les revela la entrega y el servicio mutuo como la verdad y el
sentido que le darán a sus vidas.
Ahora
casados, ustedes, establecerán una relación de amor y mutua pertenencia, que
los llevara a desear y sostener juntos una vida bien instaurada.
En
adelante ustedes serán los garantes, tanto de la estabilidad de su unión como de
la igualdad entre ustedes.
Hoy
ustedes han escuchado las obligaciones que la ley del hombre exige a los
casados en nuestra sociedad, pero es fundamental que su matrimonio vaya mucho
más allá, es decir, con niveles mucho más altos de amor y de servicio mutuo.
La durabilidad de los matrimonios es escasa en los
últimos tiempos, en ese sentido, ustedes deben mantener la creencia de que el
Señor nunca los abandonará y que lo que resulta imposible a los hombres puede ser factible con la ayuda
de Dios.
Todos sabemos que el matrimonio no es un lugar
paradisíaco, tanto así, que puede
naufragar porque siempre está el riesgo del error y siempre la persona puede
manifestar su incapacidad para amar así, sin
término.
Por eso necesitamos seguir el ejemplo de Jesús, que era claro en los ideales y valores,
pero comprensivo ante los fracasos,
mostrar comprensión, dar ánimos y acompañar al hermano o hermana que, por la humana flaqueza y falibilidad
fracasó en su matrimonio.
Las
mayores frustraciones y más hondos sufrimientos provienen de la ruptura del
amor, precisamente
porque es la fuente de todo buen deseo y de las mayores alegrías.
Lo
prioritario es curar heridas. Pero aunque todo esto sea verdad, y aunque sean
tan frecuentes los fracasos matrimoniales, la conclusión no puede ser no
casarse o casarse hasta ver qué pasa… No podemos aceptar como lo normal
la “mentalidad
divorcista”; con ella no se puede contraer un matrimonio válido.
Muchos
lamentablemente se casan con la idea de vivir juntos mientras dure el amor y
uno se sienta feliz, pero ¿de qué amor hablan? Eso no es el amor cristiano, del
que dice san Pablo que no pasa nunca, porque perdona y se rehace
continuamente.
Desde el punto de vista humano no debemos
considerar como lo “normal” un amor sin hondura,
que deja abierta la puerta a posibles abandonos, rupturas, variables y
sucedáneos.
En el fondo de todo esto late una mentalidad
pesimista y amargada que desconfía en la capacidad de las personas para
rehacerse y no cree que se puedan asumir
compromisos estables y definitivos.
Esta mentalidad del desaliento ignora la fuerza de
la gracia de Dios. Por eso, la indisolubilidad del matrimonio se ve sólo como
una ley, dura ley.
Y muchas veces la indisolubilidad se presenta únicamente
como ley y no como ideal moral y
aspiración de toda persona casada.
La fidelidad indisoluble no es ley, es la buena noticia de que la gracia de Dios:
Puede transformar el egoísmo en mutua
aceptación,
Los límites del otro en diálogo y comprensión,
Las frustraciones en sano realismo que, cuando
falta lo ideal, se aferra a lo posible, lo disfruta todo lo que puede, y no
desespera jamás en la búsqueda del ideal.
Luis
y Fiorela, denle a este mundo nuestro, dividido y fragmentado, el testimonio de
un amor capaz de superar crisis.
QUIE SEAN
MUY FELICES
06.03.19