domingo, 3 de marzo de 2019


EN EL DIA DE SU MATRIMONIO
                                       Ronald LacunzaTello

Luis y Fiorela hoy con su matrimonio están dando inicio, en sus vidas, a una  realización plena entregándose mutuamente con amor a la persona amada, pasando, ahora, a ser los dos uno solo”.
Esta relación encuentra su expresión más densa y significativa en la unión que ustedes acaban de realizar, de la que a su vez, puede surgir una vida nueva por una acción creativa, que los hace participar de la fecundidad de Dios, fuente y origen de la vida.
Los lenguajes con que se expresa esta experiencia pueden cambiar a lo largo de los tiempos, pero siempre quedará esta verdad: que cuando un hombre y una mujer deciden unirse, ahí se les revela la entrega y el servicio mutuo como la verdad y el sentido que le darán a sus vidas.
Ahora casados, ustedes, establecerán una relación de amor y mutua pertenencia, que los llevara a desear y sostener juntos una vida bien instaurada.
En adelante ustedes serán los garantes, tanto de la estabilidad de su unión como de la igualdad entre ustedes.
Hoy ustedes han escuchado las obligaciones que la ley del hombre exige a los casados en nuestra sociedad, pero es fundamental que su matrimonio vaya mucho más allá, es decir, con niveles mucho más altos de amor y de servicio mutuo.

La durabilidad de los matrimonios es escasa en los últimos tiempos, en ese sentido, ustedes deben mantener la creencia de que el Señor nunca los abandonará y que lo que resulta imposible a los hombres puede ser factible con la ayuda de Dios.

Todos sabemos que el matrimonio no es un lugar paradisíaco, tanto así, que  puede naufragar porque siempre está el riesgo del error y siempre la persona puede manifestar su incapacidad para amar así, sin término.
Por eso necesitamos seguir el ejemplo de Jesús, que era claro en los ideales y valores, pero comprensivo ante los fracasos,  mostrar comprensión, dar ánimos y acompañar al hermano o hermana que, por la humana flaqueza y falibilidad fracasó en su matrimonio.
Las mayores frustraciones y más hondos sufrimientos provienen de la ruptura del amor, precisamente porque es la fuente de todo buen deseo y de las mayores alegrías.
Lo prioritario es curar heridas. Pero aunque todo esto sea verdad, y aunque sean tan frecuentes los fracasos matrimoniales, la conclusión no puede ser no casarse o casarse hasta ver qué pasa… No podemos aceptar como lo normal la “mentalidad divorcista”; con ella no se puede contraer un matrimonio válido.
Muchos lamentablemente se casan con la idea de vivir juntos mientras dure el amor y uno se sienta feliz, pero ¿de qué amor hablan? Eso no es el amor cristiano, del que dice san Pablo  que no pasa nunca, porque perdona y se rehace continuamente.
Desde el punto de vista humano no debemos considerar como lo “normal” un amor sin hondura, que deja abierta la puerta a posibles abandonos, rupturas, variables y sucedáneos.
En el fondo de todo esto late una mentalidad pesimista y amargada que desconfía en la capacidad de las personas para rehacerse y no cree que se puedan asumir compromisos estables y definitivos.
Esta mentalidad del desaliento ignora la fuerza de la gracia de Dios. Por eso, la indisolubilidad del matrimonio se ve sólo como una ley, dura ley.
Y muchas veces la indisolubilidad se presenta únicamente como ley y no como ideal moral y aspiración de toda persona casada.
La fidelidad indisoluble no es ley, es la buena noticia de que la gracia de Dios:
Puede transformar el egoísmo en mutua aceptación,
Los límites del otro en diálogo y comprensión,
Las frustraciones en sano realismo que, cuando falta lo ideal, se aferra a lo posible, lo disfruta todo lo que puede, y no desespera jamás en la búsqueda del ideal.
Luis y Fiorela, denle a este mundo nuestro, dividido y fragmentado, el testimonio de un amor capaz de superar crisis.

                   
QUIE SEAN MUY FELICES

06.03.19