LA EVANGELIZACIÓN DEJA ENTRAR EN NUESTRO CORAZÓN EL AMOR, QUE
ES LO QUE CONFIERE SENTIDO A TODO LO QUE HACEMOS POR LOS DEMÁS.
(Lc 10, 38-42)
P. Carlos Cardó,
SJ
En aquellos
días Jesús y sus discípulos siguiendo su camino a Jerusalén entraron en un
pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
Tenía una
hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando
su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de
la casa.
A cierto
punto Marta se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana
me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude.» Pero el Señor le
respondió: «Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una
sola es necesaria. MARÍA HA ELEGIDO LA
MEJOR PARTE, QUE NO LE SERÁ QUITADA.»
Inmediatamente
antes de este pasaje de Lucas está la parábola en la que Jesús se identifica
con el Samaritano que tuvo compasión del hombre caído en el camino y le buscó
una posada.
En el camino
hacia Jerusalén, el Buen Samaritano busca alojamiento en casa de dos mujeres,
Marta y María.
Ahora hay una
casa que le aloja. EL QUE ENSEÑA A
ACOGER, AHORA ES ACOGIDO.
Poco sabemos de
estas dos mujeres que lo reciben: sólo que son las hermanas de Lázaro
(cf. Jn 11, 1-5).
María podría ser
la mujer que, en Betania, ungió al Señor antes de su pasión (Mc 14,3-9; Mt 26,6-13). Y algunos
comentaristas creen que es la misma mujer que –según Lc 7, 36ss– se acercó a
Jesús con un vaso de alabastro lleno de un perfume precioso que derramó sobre
sus pies.
Marta critica a
su hermana porque no la ayuda en los trabajos materiales, en que ella se afana
para acoger a Jesús como es debido.
Pero Jesús le
replica, invitándola a hacer suya la actitud de María que, a sus
pies, escucha con atención su palabra.
SIN LA PALABRA DEL SEÑOR TODO
PIERDE SU AUTÉNTICO VALOR E INCLUSO “SABOR”.
Se ha dicho tradicionalmente
que MARTA REPRESENTA LA ACTIVIDAD Y
MARÍA LA ORACIÓN. Pero no hay que contraponer a Marta con María ni a la
acción con la oración, HAY QUE
INTEGRARLAS.
Lo que enseña el
texto de Lucas es que SE HA DE PURIFICAR
LA ACCIÓN POR MEDIO DE LA ORACIÓN Y ESCUCHA DEL SEÑOR porque, sin esto, la
acción –aunque sea buena y prolífera– puede perder orientación y convertirse en
búsqueda de uno mismo.
Con la oración,
que nos hace escuchar la Palabra, NUESTRA
ACCIÓN SE AHONDA Y PURIFICA.
María ha escogido la parte mejor, y no se la
quitarán. Jesús elogia la sencilla y sincera receptividad para la
escucha.
CON ESA DISPOSICIÓN, LA
PERSONA DEJA ENTRAR EN SU CORAZÓN EL AMOR, QUE ES LO QUE CONFIERE SENTIDO A
TODO LO QUE HACE POR LOS DEMÁS.
“Lo único
necesario” es EXPERIMENTAR VITALMENTE EL
SER AMADO SIN CONDICIONES.
ESTO, Y SÓLO ESTO, DA AL
CRISTIANO LA ÍNTIMA CERTIDUMBRE DE LA QUE BROTA LA CALMA Y LA QUIETUD FRENTE A
TODA CIRCUNSTANCIA.
EL DEBER NO BASTA. HAY QUE
DESCUBRIR EL VALOR DE LO GRATUITO.
Ya los profetas
lo habían intuido: “Se salvarán si se
convierten y se calman; pues en la confianza y la calma esta su fuerza”,
dice Isaías (30,15).
NECESITAMOS INTEGRACIÓN
PERSONAL Y CALMA INTERIOR PORQUE ANDAMOS DIVIDIDOS Y ANSIOSOS.
Los quehaceres
materiales y los negocios del mundo ahogan en nosotros, como zarzas y malezas,
la semilla sembrada en nuestra tierra.
NECESITAMOS PARAR, RECOGERNOS
EN NUESTRO INTERIOR Y PONERNOS A LOS PIES DEL MAESTRO CADA DÍA.
Él nos
recordará: Busquen, más bien, el
Reino y todas las cosas se les darán por añadidura (Mt 6,33; Lc 12,31).
Dejar de
escuchar la palabra del Señor, por muchas pretendidas obras buenas e
importantes que se hagan, SIGNIFICA
TANTO COMO APARTARSE DEL REINO Y CORRER EL RIESGO DE ECHARSE A PERDER.
Pensemos, pues,
en lo importante que es saber integrar el servicio a los demás con la escucha
de la palabra de Jesús, sin tratar de rebajar ésta con falsos pretextos.
Al mismo tiempo,
el pasaje de Marta y María nos recuerda que Dios está llamando continuamente a
nuestra puerta.
Lo que pasa es
que no queremos oír su llamada o no sabemos cómo acogerlo. Pero hay algo que el
texto evangélico hace evidente:
Cuando Cristo llama a mi puerta en la forma de un hombre o una mujer que
necesita mi ayuda, lo que debo hacer no puede consistir solamente en darle
cosas (por valiosas que sean, y que a fin de cuentas es Él mismo quien nos las
da), sino ante todo hacerme
consciente de que es Él quien viene a mí como un regalo en ese hermano o
hermana que ha tocado a mi puerta.
Esto, pues,
debe reflejarse en el trato que le doy. Quien a ustedes acoja a mí me acoge (Mt 10,40).“Hospes
sicut Christus”, al huésped se le recibe como a Cristo, dice la regla
benedictina:
“Recíbanse
a todos los huéspedes que llegan como a Cristo. …Y al recibir a pobres y
peregrinos se tendrá el máximo de cuidado y solicitud, porque en ellos se
recibe especialmente a Cristo, pues cuando se recibe a ricos, el mismo temor
que inspiran, induce a respetarlos” (Regla de San Benito).
Publicado por Parroquia de Fátima Miraflores en 0:01