miércoles, 16 de diciembre de 2015

LA CRUZ



Buscamos en la vida, el gozo, el placer, la buena vida; entonces así a la Cruz no se le encuentra sentido. Pero aun sin llegar a extremos, el hecho es que todos queremos que nuestra vida esté segura, que se vea libre de sufrimientos, y que tenga un final feliz, no una muerte funesta y sin sentido, porque echaría al suelo con nuestras esperanzas.

 El que sufre comprueba en Él ´´QUE LA LOCURA DE DIOS ES MÁS SABIA QUE LOS HOMBRES Y LA FLAQUEZA DE DIOS, MUCHO MÁS PODEROSA QUE CUALQUIER OTRO PODER MUNDANO”.

 Pero ¿quién nos puede asegurar eso? ¿Quién nos garantiza que la vida no se pierde sin más en un final inesperado.

Los israelitas se plantearon estas preguntas fundamentales cuando, en el desierto, se vieron atacados por serpientes. 

Moisés levantó una serpiente de bronce en lo alto de un mástil y quienes la miraban quedaban libres del veneno y vivían.

 Haciendo una comparación, Jesús dice: “ASÍ TIENE QUE SER LEVANTADO EL HIJO DEL  HOMBRE”. Pero hay una enorme distancia entre la salud que obtenían los israelitas con la serpiente de bronce Y LA VIDA ETERNA QUE TRAE JESÚS LEVANTADO EN LA CRUZ.

Jesús fue clavado en lo alto de una cruz. Para una mirada exterior, allí no hubo más que la muerte de un simple condenado, sin importancia alguna para la historia. LA IMAGEN DE DIOS SE ENVILECIÓ Y SE DIFAMÓ.

Es un hecho improbable con un final triste. Terminó en el más infamante de los instrumentos de tortura inventados por el sadismo del hombre.

 Pero el evangelio nos hace mirar en profundidad: el Crucificado no es un pobre judío fracasado que muere en un horrendo patíbulo. DETRÁS DE ÉL ESTÁ DIOS MISMO. 

La pasión y muerte de Jesús ponen de manifiesto la relación que hay entre Jesús y Dios. Es Dios quien lo ha enviado y entregado por amor a la humanidad. 

El sentido de la muerte de Jesús en la cruz es que Dios “entrega” al Hijo del hombre en manos de los que no creen en Él.

Y Jesús por su parte, hace suya la voluntad de su Padre y da libremente su vida, revelando así hasta dónde llega el amor de Dios al mundo Y HASTA DÓNDE LLEGA SU PROPIO AMOR POR NOSOTROS.

Así fueron los hechos. ISRAEL NO QUISO OÍR A JESÚS, RECHAZÓ SU MENSAJE, NO SE CONVIRTIÓ, NO LO SIGUIÓ. 

Como consecuencia de ello, una hostilidad cada vez mayor se desencadenó contra Jesús, como una confabulación para darle muerte: vieron en él una amenaza a la fe, un “blasfemo” que se hacía pasar por Dios y se oponía al culto y a la moral judía: al sábado, al templo, a la doctrina sobre lo puro e impuro.

 Jesús tuvo conciencia de lo que se tramaba contra él y que podía seguir la suerte de  los profetas.

Según la idea de Dios que se tenía, conforme a muchos escritos del AT, podía esperarse un castigo de Dios a ese pueblo por dar muerte al inocente.

 PERO EL DIOS DE JESÚS ES UN DIOS DE INFINITA MISERICORDIA. Israel, su pueblo lo rechaza, PERO EL AMOR DE DIOS NO CAMBIA, SIGUE OFRECIENDO MISERICORDIA Y PERDÓN, en virtud de la sangre de su Hijo.
ES LA SANGRE DE CRISTO DONDE TODOS LOS HOMBRES ENCUENTRAN LA FUERZA PARA COMPROMETERSE EN FAVOR DE LA VIDA.

 Así, pues, frente a la idea de un Dios que castiga, el cristiano sabe que Dios “entrega” a su Hijo como expresión suprema de su amor: “TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO QUE ENTREGÓ A SU HIJO ÚNICO, PARA QUE TODO EL QUE CREA EN ÉL NO PEREZCA, SINO QUE TENGA VIDA ETERNA”. 

San Pablo dirá: “¡ME AMÓ Y SE ENTREGÓ A LA MUERTE POR MÍ!”,  “ÉRAMOS INCAPACES DE SALVARNOS, PERO CRISTO MURIÓ POR LOS DESCARRIADOS EN EL TIEMPO SEÑALADO. ES DIFÍCIL DAR LA VIDA POR UN HOMBRE DE BIEN; AUNQUE POR UNA PERSONA BUENA QUIZÁ ALGUIEN ESTE DISPUESTO A MORIR. PUES BIEN, DIOS NOS HA MOSTRADO SU AMOR YA QUE CUANDO ÉRAMOS PERVERSOS CRISTO MURIÓ POR NOSOTROS”.

Por eso los cristianos veneramos la Cruz, PORQUE ELLA NOS HACE VER QUE DIOS QUIERE SALVAR A TODOS, SIN EXCLUIR A NADIE, NI SIQUIERA AL MÁS ABANDONADO Y PERDIDO DE SUS HIJOS. 

Ya nadie, por abandonado y perdido que se sienta, morirá solo en esta tierra. Si sus ojos ven la cruz de su Señor, DIOS LLENARÁ DESDE DENTRO SU FALTA DE ESPERANZA, SU SOLEDAD Y ABANDONO, CON UNA PRESENCIA QUE COMPARTE EL SUFRIMIENTO CON AMOR Y ESPERANZA DE UNA VIDA NUEVA.
                                                                                    
 MEDARD KEHL.
Por eso, «Jesucristo, amor de Dios crucificado, NO SÓLO ESTÁ EN LOS SÍMBOLOS DE LA CRUZ Y EN LOS SIGNOS EUCARÍSTICOS. DIOS ESTÁ TAMBIÉN EN EL INMENSO DOLOR DE LOS ENFERMOS, DE LOS HUMILLADOS Y MALTRATADOS, INCLUSO DE QUIENES ESTÁN TAN ENFRASCADOS EN HACER EL MAL QUE PARECEN NO TENER SALIDA.
Y ESTÁ COMO EL AMOR QUE COMPARTE LAS HERIDAS Y LA CONSTERNACIÓN. 

SIEMPRE QUE EL HOMBRE GRITE A DIOS POR CUALQUIER DOLOR O SUFRIMIENTO, SIEMPRE ESTARÁ ACOMPAÑADO POR EL GRITO DE ESE DIOS HUMANO QUE ES JESÚS DE NAZARET. 

Ahí está. QUIEN EN SU CONFIANZA Y ESPERANZA SE ALIMENTA DE ESTE “PAN”, HACE QUE ESAS SITUACIONES PIERDAN SU CARÁCTER INFERNAL. PORQUE ESE AMOR DA A LOS QUE SUFREN UNA FE TAL QUE ES CAPAZ DE VENCER A TODOS LOS PODERES DESTRUCTORES Y NEGATIVOS, Y MUESTRA NUEVOS CAMINOS HACIA UNA VIDA SANADA Y FELIZ –ANTES Y DESPUÉS DE LA MUERTE» 

No hay comentarios:

Publicar un comentario