miércoles, 16 de diciembre de 2015

LA FRATERNIDAD Vivimos de manera individualista. Existe un desconocimiento extendido de la diferencia ENTRE LOS DERECHOS DEL INDIVIDUO CON LOS DEBERES DEL CIUDADANO, asimismo, es necesario distensionar la concepción ENTRE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD dejando de pensar que LO ÚNICO QUE IMPORTA ES MI LIBERTAD. Asimismo, LA AFIRMACIÓN ABSOLUTA DEL INDIVIDUO HACE MUCHAS VECES OLVIDAR A LOS OTROS, de tal modo que se llega a interpretar la tolerancia y el respeto al otro como “no meterse con nadie”, o como INDIFERENCIA Y DESINTERÉS POR LA VIDA DEL OTRO. Pero ya los primeros diálogos de Dios con el hombre en las Escrituras nos plantean la pregunta: “¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO ABEL? – “NO SÉ; ¿SOY YO ACASO EL GUARDIAN DE MI HERMANO?”. El otro es un “hermano”, de tu sangre, de tu casa. Eres responsable de él. Jesús hace conscientes a sus discípulos de un hecho que será inevitable: dentro de su comunidad habrá fricciones, ofensas mutuas, infidelidades y perjuicios. La Iglesia es pueblo de Dios en marcha entre las angustias del tiempo y los consuelos de Dios, es también comunidad santa y no santa, NECESITADA DE CONTINUA PURIFICACIÓN. A pesar de las faltas de sus miembros, en ella está siempre el Espíritu del Señor. Y por eso, porque cuenta con este Espíritu de la verdad y del amor, la Iglesia no renuncia al Evangelio como norma de vida y NO PUEDE TOLERAR QUE LOS ERRORES Y MALOS PROCEDERES SE CONVIERTAN EN NORMAS HABITUALES DE CONDUCTA; ESO SERÍA SU MUERTE. Por eso la responsabilidad que siente sobre sí el profeta Ezequiel y dice: “SI TÚ NO HABLAS, PONIENDO EN GUARDIA AL QUE HA HECHO MAL PARA QUE CAMBIE DE CONDUCTA, A TI TE PEDIRÉ CUENTA DE SU SUERTE”. Por el hecho de pertenecer a la familia humana, A TODOS NOS ATAÑE UNA RESPONSABILIDAD PÚBLICA FRENTE A LAS CONDUCTAS QUE DAÑAN A LA COMUNIDAD. Naturalmente no se trata de erigirnos en jueces de los demás. En muchas otras ocasiones el mismo Jesús reprueba esta actitud QUE LLEVA A CENSURAR O CONDENAR A LOS DEMÁS CON LA LEY EN LA MANO. SE TRATA DE “GANAR A TU HERMANO”, restablecerlo, curar el cuerpo herido, y aspirar a un modelo social y eclesial de inclusión, no de exclusión de los indeseados. Por eso, en el cristianismo, la corrección del hermano descarriado o que ha cometido un error, ES SIGNO Y EXPRESIÓN DEL AMOR. Nuestros semejantes deben ser reconocidos siempre como son, con sus limitaciones; no son juzgados si se equivocan, se les absuelve si son culpables, se les busca si andan por el mal camino y se les perdona si cometen una falta. Sin aceptación, no es posible la corrección. Siempre es imprescindible escuchar al otro. SÓLO ASÍ PODRÁ ACEPTAR LO QUE SE LE DIGA, Y NO LO SENTIRÁ COMO UNA AGRESIÓN. La corrección del hermano se hace sin violencia, no por venganza ni por rencor. Porque amas a tu hermano como Jesucristo nos amó, lo corriges para no cargarte de una falta por omisión con respecto a él. Es un miembro enfermo, se siente dolor por él, se busca curarlo porque es parte del mismo cuerpo. BUSCAR AL QUE ESTÁ PERDIDO ES LA EXPRESIÓN MÁS ALTA DE LA MISERICORDIA. Así, desde el amor responsable, se puede entender el procedimiento que el evangelio sugiere para recuperar al hermano: - Primero se le habla en privado, con discreción y respeto, no en público como pedía la ley judía. “SI TU HERMANO PECA, REPRÉNDELO A SOLAS ENTRE LOS DOS. SI TE HACE CASO, HAS SALVADO A TU HERMANO”. – - Segundo, si el diálogo no surte efecto, se busca la ayuda de otro o de otros hermanos, pues todos somos responsables unos de otros: “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos”. - Y si aún esta medida fracasa, se apela a la comunidad. La comunidad o Iglesia es mediación y sacramento de Dios, a quien finalmente corresponde el juicio. “Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano”. Queda claro entonces que JESÚS NOS INVITA NO SOLAMENTE A RECONCILIARNOS CON EL HERMANO, SINO A PROCURAR LLEVARLO A CONVERSIÓN Y RECONCILIACIÓN CON LOS DEMÁS. Y esto exige siempre rectitud en el hablar PARA LLAMAR MAL A LO QUE ESTÁ MAL Y BIEN A LO QUE ESTÁ BIEN. La verdad es un servicio de caridad. Decirle a uno que su proceder NO ESTÁ BIEN NO SIGNIFICA EXCLUIRLO DEL AMOR, NO ES TRATARLO SIN CONSIDERACIÓN NI DEJAR DE COMPRENDERLO. Jesús vino justamente a llamar y salvar lo que estaba perdido. Debemos pues vivir en una comunidad en la cual sus miembros se sientan corresponsables unos de otros. Sólo cuando existen relaciones con armonía, éstas adquieren sentido de fraternidad. La Eucaristía es la acción comunitaria de hermanos en la que confesamos nuestros malos procederes “de pensamiento, palabra, obra y omisión”, celebramos el perdón y nos comprometemos a forjar la reconciliación. Una reconciliación que se hace consciente de los procederes de “omisión” y que no se evade ANTE LA NECESIDAD DE DIÁLOGO Y ENTENDIMIENTO MUTUO. En ella se nos hace presente Jesucristo, comulgamos con él y con el hermano. “DONDE DOS O TRES ESTÁN REUNIDOS EN MI NOMBRE, ALLÍ ESTOY YO EN MEDIO DE ELLOS”, dice Jesús. Toda la vida de Jesús se desarrollará como una peregrinación hacia Jerusalén, asistiendo a la fiesta de los tabernáculos y por la pascua. Allí es donde se revelará plenamente su ser Hijo de Dios, salvador y redentor. LO BUSCABAN. No se imaginan otra cosa sino que debe estar con los parientes y conocidos. Angustia, impotencia de quien no encuentra al ser querido, a la persona que uno no puede dejar de buscar. Nos remite a la angustia de las mujeres en el sepulcro, QUE BUSCARÁN ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTÁ VIVO. Lo hallaron en el templo. DESPUÉS DE TRES DÍAS. Es encontrado en el santuario, sentado, enseñando con autoridad la Palabra de Dios a los maestros de la Palabra. TAMBIÉN AL TERCER DÍA DESPUÉS DE SER CRUCIFICADO, RESUCITARÁ Y DARÁ CUMPLIMIENTO A TODAS LAS ESCRITURAS. Asimismo, como su padre y su madre que lo buscaron tres días en vano, también los apóstoles y las santas mujeres LO BUSCARÁN TRES DÍAS, preguntándose sobre su pasión sin hallar respuesta. NOSOTROS, EN FIN, IGUALMENTE LO BUSCAMOS SIN SABER DÓNDE. EL TEXTO NOS DA LA RESPUESTA ¿Por qué me buscaban? No sabían ustedes que… NO REPROCHA LA BÚSQUEDA, SINO EL MODO, PROPIO DE QUIENES NO ENTIENDEN LOS PLANES QUE TIENE DIOS. Y es aquí cuando Jesús por primera vez habla de Dios como su Padre. Él ha venido a revelarnos la voluntad de su padre, a hacer que ella brote espontánea en nuestro corazón, PARA QUE VIVAMOS SIEMPRE SIN TEMOR COMO HIJOS E HIJAS DE UN DIOS BUENO. Jesús está en las cosas de su Padre, debe ocuparse de ellas porque es el Hijo que escucha y cumple a lo que el Padre ha dicho. En las cosas de su Padre, se encuentra como en su propia casa, porque su alimento es hacer su voluntad. Ellos no comprendieron lo que les decía. Como María, tampoco nosotros comprendemos de inmediato el misterio de los tres días de Jesús con el Padre. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Como Ella, meditamos también las palabras, las aprendemos de memoria, procuramos asimilarlas en nuestra vida. Bajó con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndola… Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. Necesitamos contemplar la vida familiar de José, María y Jesús en Nazaret PARA PROCURAR IMITARLA EN NUESTROS HOGARES: cómo se relacionaban entre sí y con los parientes, amigos y conocidos, cómo llevaban juntos el peso de los días, trabajos y obligaciones; cómo conversaban y dialogaban, cómo proyectaban sus empresas, cómo descansaban juntos, oraban juntos, iban juntos a la sinagoga y al templo. La familia es como la tierra: engendra y nutre plantas sanas o raquíticas según la calidad de los nutrientes que posee. Es verdad que la familia no lo es todo, y que hay casos en los que uno dice: ¡felizmente que la familia no lo es todo!, porque si así fuera tal o cual persona estaría moralmente herida de muerte, con traumas y carencias sin remedio; pero a Dios gracias, otras personas suplieron en su caso lo que la familia les negó. LO NORMAL ES QUE A LA FAMILIA LE CORRESPONDA UNA APORTACIÓN DECISIVA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA PERSONALIDAD DEL SER HUMANO. Desde que abrimos nuestros ojos en el regazo de nuestra madre y desde que iniciamos el proceso primario de nuestra autoconciencia como seres distintos, frente a la mirada cariñosa o airada de nuestra madre y de nuestro padre, LA FAMILIA MARCA NUESTRA FISONOMÍA FÍSICA, PSÍQUICA, CULTURAL Y SOCIAL. Nos abrimos a la vida y la vamos descubriendo a través de los ojos de nuestros padres y de nuestros hermanos. Lo que vivimos y sentimos en esos primeros años nos marcó para siempre. En el tejido de las relaciones familiares, se nos educó nuestra capacidad de relación: aprendimos a avanzar desde los primeros vínculos marcados por necesidades instintivas primarias (consumir, retener, rechazar, dominar, competir) a vínculos que manifiestan mutualidad, sociabilidad, dar y recibir. POR ESO, ES INNEGABLE EL ROL QUE LE CORRESPONDE AL ÁMBITO FAMILIAR EN EL PROCESO DE LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA, EN LA ELABORACIÓN DE LA CULTURA DE LOS VALORES, DE LOS SENTIMIENTOS Y DE LOS AFECTOS. Ya es muy común decir que la familia está en crisis, y no cabe duda que el problema es serio. Además de ir en aumento el número de familias incompletas y de hijos nacidos fuera de matrimonio, LAS FAMILIAS BIEN CONSTITUIDAS, PADECEN UN INCESANTE BOMBARDEO DE MENSAJES QUE MINAN SU UNIDAD. A LA CASA ENTRAN, VIOLANDO CONTROLES Y VIGILANCIA, LOS CONTENIDOS DIRECTOS O SUBLIMINALES DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: VIOLENCIA, PORNOGRAFÍA, FRIVOLIDAD, RELATIVISMO MORAL E INCREENCIA. Se añaden a esto las dificultades económicas: LA FALTA DE TRABAJO, QUE GENERA TANTA ANGUSTIA Y DESASOSIEGO, O EL TENER QUE SOBRECARGARSE Y PASARSE LA MAYOR PARTE DEL DÍA FUERA DEL HOGAR, Y AUN EMIGRAR LEJOS DE LA PATRIA PARA PODER CUBRIR EL PRESUPUESTO FAMILIAR. Por estas y otras causas de orden moral y social, LA FAMILIA PUEDE SER EN ALGUNOS CASOS LA PRIMERA CÉLULA NEURÓTICA DE LA SOCIEDAD. La familia es el ámbito en el que es posible vivir las mayores alegrías y también los más duros sufrimientos y tribulaciones. Todos sabemos que hay tanto de lo uno como de lo otro, y que el problema no está en la institución, en cuanto tal, SINO EN LAS PERSONAS QUE COMPONEN CADA FAMILIA. Ellas son, en definitiva, las que preparan y abonan la tierra para que la frágil planta que es una persona crezca sana. CUANDO UN HOMBRE Y UNA MUJER SE AMAN DE VERDAD (y esta es la condición sine qua non para que haya familia), se da el calor afectivo que propicia el diálogo, el espíritu de superación y, sobre todo, de la fe. Pido, pues, para Uds., queridos hermanos y hermanas, que la Sagrada Familia obtenga para sus hogares UN CLIMA AFECTIVO EN EL QUE TODOS SIENTAN QUE SE QUIEREN Y SE VALORAN. Así los niños y los jóvenes podrán educar su autoestima, aprenderán el manejo de sus sentimientos y asimilarán la solidaridad, la compasión y la sensibilidad hacia sus prójimos. Que se cultive el diálogo en los hogares, de tal modo que sea posible hablar y ser escuchado, poner sobre la mesa los asuntos y llegar a acuerdos efectivos, después de decir cada uno lo que piensa. Es normal que haya conflictos por las diferencias generacionales y la diversidad de opinión. Que Dios les inspire sabiduría y tacto para hallar la ocasión de abordar los problemas, tratarlos adecuadamente y darles solución. Finalmente, que sus familias demuestren la calidad de su fe. Ya que ella es la primera educadora de la fe, la cuida, recuerda a Jesucristo, enseña a orar, mantiene firme sus convicciones y prácticas religiosas A PESAR DE TANTA INDIFERENCIA, INCREDULIDAD Y VACÍO DE DIOS. Sobre esta base sólida de la fe, LA FAMILIA FORMA EN SUS MIEMBROS UNA CONCIENCIA MORAL RESPONSABLE, BASADA EN VALORES CONSISTENTES Y TRASCENDENTES.

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