miércoles, 18 de mayo de 2016

¿SABES QUE EL DIOS DE JESÚS, SU PADRE, ES TAMBIÉN NUESTRO DIOS Y NUESTRO PADRE?


¿SABES QUE EL DIOS DE JESÚS, SU PADRE, ES TAMBIÉN NUESTRO DIOS Y NUESTRO PADRE?

Cuando Jesucristo retorna al lado de su Padre deja a sus discípulos la certeza de que no los abandona: “YO ESTARÉ CON USTEDES HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS”.

La comunidad que ellos forman, y que da inicio a la Iglesia, vivirá de esta vivencia en la cual sentirán su presencia continua y darán testimonio de ella. “USTEDES SERÁN MIS TESTIGOS”.

Los Hechos de los Apóstoles y los evangelios describen el paso de Jesús de este mundo al Padre, con un lenguaje simbólico que corresponde a la idea que se tenía del mundo en aquella época.

Se pensaba el universo dividido en tres niveles:

EL CIELO: La casa de Dios,
LA TIERRA: El lugar de las criaturas y
LOS INFIERNOS: El lugar de los muertos.

Por eso se dice que Jesús “desciende” a los infiernos como los muertos y “sube” después a los cielos de donde procedía.

Con ello, lo que la los evangelios nos quieren decir, es que la resurrección del Señor culmina en su ascensión.
Jesucristo vuelve a su Padre, vive y reina con él para siempre.

Por eso, ascensión es sinónimo de exaltación. JESÚS PARTICIPA DE LA GLORIA DEL PADRE.

En adelante Jesús ya no estará presente físicamente con sus discípulos, COMO LO ESTUVO DURANTE SU VIDA TERRENA; ahora ÉL ESTARÁ DENTRO DE ELLOS, EN LO ÍNTIMO DE SU SER. “YO ESTARÉ CON USTEDES TODOS LOS DÍAS” (Mt 28, 20).

San Pablo dirá que esa nueva forma de hacerse presente Cristo se realiza POR MEDIO DEL ESPÍRITU SANTO que habita en nuestros corazones.

No permanece únicamente como un recuerdo de sus palabras, de su doctrina, del ejemplo de su vida. No, ÉL NOS DEJA SU ESPÍRITU, ES DECIR, INFUNDE EN NOSOTROS SU AMOR, QUE ES LA ESENCIA MISMA DEL SER DIVINO, LA VIDA DE DIOS.

Por el Espíritu, que nos envía desde el Padre, la vida divina penetra en las profundidades más secretas de la tierra y de nuestros corazones.

Así, volviendo a su Padre Y NUESTRO PADRE, A SU DIOS Y NUESTRO DIOS (cf. Jn 20,17), llevando consigo nuestra realidad humana, que él hizo suya por su encarnación, NOS HACE CAPACES DE COMPARTIR SU VIDA DIVINA.

En el prefacio de la misa siempre damos gracias porque Cristo Nuestro Señor, “después de su Resurrección, se apareció visiblemente a todos sus discípulos y, ante sus ojos, fue elevado al cielo PARA HACERNOS COMPARTIR SU DIVINIDAD”.

Con su ascensión, CRISTO NO ABANDONA EL MUNDO; adquiere una nueva forma de existencia que lo hace misteriosamente presente en el corazón de la historia.

POR ESO NO SE LE PUEDE BUSCAR ENTRE LAS NUBES SINO EN LA TIERRA EN DONDE PERMANECE.

Huir del mundo es una tentación, porque Cristo no ha huido. Los ángeles, en el relato de Hechos, corrigen a los apóstoles QUE SE QUEDAN PARADOS MIRANDO AL CIELO.

Ellos hacen ver a los apóstoles que LA IGLESIA DEBE MIRAR A LA TIERRA Y REALIZAR EN ELLA LA MISIÓN QUE JESÚS LES HA CONFIADO.

CON LA ASCENSIÓN se inaugura el tiempo de la Iglesia, QUE ES:

EL TIEMPO DEL TESTIMONIO Y DEL EMPEÑO,
DE LA SIEMBRA LABORIOSA Y DE LA LENTA GERMINACIÓN DE LA SEMILLA,
DEL CRECIMIENTO DEL TRIGO JUNTO CON LA CIZAÑA,
EN LA ESPERANZA DE LA ÚLTIMA Y GLORIOSA VENIDA DE NUESTRO SALVADOR Y SEÑOR.

Por esta razón, NI UN ESPIRITUALISMO DESENCARNADO NI UNA PRAXIS MERAMENTE TEMPORAL REALIZAN EL MANDATO DEL SEÑOR DE “PROCLAMAR LA BUENA NOTICIA A TODA CRIATURA” (Mc 16, 15) Y SER SUS TESTIGOS (Hech 1,8).

LA ASCENSIÓN NOS LLEVA A COMPROMETERNOS CON LA TIERRA, CON NUESTRO PAÍS, PORQUE ES ALLÍ ADONDE CRISTO NOS ENVÍA PARA COLABORAR EN LA INSTAURACIÓN DE SU REINO.

Asimismo, sabemos también QUE ASÍ COMO NO SE PUEDEN BUSCAR EXCUSAS EN LA FE Y EN LA RELIGIÓN PARA ELUDIR LAS RESPONSABILIDADES CON LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD, ASÍ TAMPOCO SE PUEDE ESPERAR QUE LA CREACIÓN DE UN MUNDO NUEVO Y LA LIBERACIÓN DE TODOS LOS MALES QUE AFECTAN LA VIDA HUMANA DEPENDERÁN ÚNICAMENTE DE NUESTRA VOLUNTAD Y DE NUESTRO INGENIO.

Recordemos, finalmente, que la ascensión pone ante nuestros ojos nuestro destino final: somos “ciudadanos del cielo” Y, POR TANTO, ANUNCIADORES DE UNA ESPERANZA QUE MIRA MÁS ALLÁ DE LAS COSAS DE ESTE MUNDO.

La ascensión del Señor nos hace ver que nuestra vida encuentra sólo en Dios, en lo alto, el lugar que más nos conviene, la meta final a la que debemos tender.
Esta tierra no es nuestro lugar definitivo YA QUE HEMOS SIDO HECHOS PARA DIOS.

Así, para elevar el corazón Y NO CEDER EN NUESTRO EMPEÑO POR MEJORAR NUESTRO MUNDO CONFORME A LOS VALORES DEL REINO DE DIOS, nos reunimos en el domingo, DÍA DEL SEÑOR, y celebramos juntos su memorial, SACRAMENTO DE SU PRESENCIA Y DE NUESTRA COMUNIÓN CON ÉL, fuente de eucaristía, de alegría y acción de gracias, que nos hace expresar y mantener vivo en nuestro corazón el anhelo más hondo: ¡MARANA THA, VEN, SEÑOR JESÚS!

PORQUE TUYO ES EL REINO, TUYO EL PODER Y LA GLORIA POR SIEMPRE SEÑOR.
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