¿HEMOS ESCUCHADO Y ENTENDIDO BIEN LA PALABRA DE DIOS PARA PODER APLICARLA A LA PROPIA VIDA Y TRANSMITIRLA?
Mc 7,31-37
P. Carlos Cardó
SJ
Cuando Jesús volvía de la
región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el
territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le
pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud
y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó
la lengua. Después, levantando los ojos al
cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa:
"Abrete". Y enseguida se
abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada
a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo
de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos".
Como muchos
milagros que son una predicación en acción, la curación de un sordo, que apenas
puede hablar, HACE VER LA NECESIDAD DE
“ESCUCHAR Y ENTENDER” BIEN LA PALABRA PARA PODER APLICARLA A LA PROPIA VIDA
Y TRANSMITIRLA.
Y como se trata
de un extranjero, de la Decápolis, en la orilla oriental del mar de Galilea, en
la actual Jordania, Jesús hace ver también QUE
SU PALABRA Y SU OBRA SON PARA TODOS SIN DISTINCIÓN, NO SÓLO PARA EL
PUEBLO JUDÍO.
Le llevaron a un hombre sordo
que apenas podía hablar, y le suplicaban que impusiera sobre él la mano. No se dice
quiénes son los que lo llevan, pero deben ser gente religiosa porque aprecian
el significado que tenía en las culturas semitas el gesto de la imposición de
manos. Además, es muy probable que hayan oído hablar DE LO QUE JESÚS HACE EN FAVOR DE LOS POBRES Y DE LOS ENFERMOS.
Jesús, entonces, lo apartó de
la gente… (lo mismo hará con el ciego de Betsaida – Mc 8, 23).
Con ello quiere
evitar reacciones equívocas. Al ver las acciones que realizaba en favor de los
enfermos, la gente se entusiasmaba y lo aclamaba como Mesías, pero Jesús no se
lo permitía porque los judíos tenían otra idea de los que debía ser el Mesías.
Al mismo tiempo,
el gesto de apartar al
enfermo puede significar que el contacto personal con Jesús produce una
“separación”, HACE QUE LA VIDA CAMBIE,
LA PERSONA ASUME OTRA MANERA DE PENSAR Y DE OBRAR, DIFERENTE DE LA QUE ANTES
TENÍA.
La sordera QUE LE IMPEDÍA OÍR Y ASIMILAR LOS VALORES
DEL EVANGELIO, y la traba de su lengua, QUE LE INCAPACITABA PARA COMUNICAR SU FE, QUEDAN CURADAS POR EL
CONTACTO PERSONAL CON EL SEÑOR.
La curación del
sordomudo se realiza en dos tiempos. Primero, Jesús introduce los dedos en los
oídos del enfermo y toca con saliva su lengua. Puede verse aquí una alusión al
antiguo rito del bautismo, que incluía gestos así.
En segundo
lugar, lo más importante, viene la palabra de Jesús: Effetá, palabra aramea que
significa¡Ábrete!, que
convierte en realidad el significado del gesto simbólico empleado. Y al enfermo
se le abren los oídos y se le suelta la lengua.
Es una persona
nueva. Se cumple lo anunciado por Isaías para la llegada del Mesías: los oídos de los sordos se abrirán… y la lengua del mudo cantará (Is
35, 5-6), NACERÁ UN PUEBLO NUEVO DE
PERSONAS LIBRES QUE ACOGEN LA PALABRA DE DIOS.
La figura del
sordomudo, además, representa a los miembros de la comunidad eclesial que
provienen de una cultura o de un nivel socioeconómico diferente a los de la
mayoría: EL SORDOMUDO ES UN EXTRANJERO
MENOSPRECIADO POR LOS JUDÍOS.
La comunidad a
la que Marcos dirige su evangelio, como la nuestra hoy, tenía dificultades para
asimilar en la práctica EL MENSAJE DE
JESÚS SOBRE EL AMOR SOLIDARIO QUE LLEVA A ACOGER A TODOS SIN PREJUICIOS NI
ACTITUDES EXCLUYENTES DE LA ÍNDOLE QUE SEAN.
El ejemplo de
Jesús MUEVE A CONSTRUIR LA UNIDAD EN LA
DIVERSIDAD, fomentando los vínculos que brotan de la misma fe
compartida.
Desde otra
perspectiva, el pasaje evangélico nos lleva a pensar en la manera como oímos
las enseñanzas de Jesús y hablamos de ellas.
No siempre
prestamos oído a lo que debemos oír, ni decimos lo que debemos decir. No
prestamos atención a los que nos son extraños o piensan de manera diferente. Y
por miedo a las consecuencias o porque los problemas nos superan, no abrimos la
boca.
SORDOS QUE NO OYEN LO QUE LES
CUESTIONA, LO QUE LES EXIGE CAMBIO O LES REMUEVE SUS COMODIDADES; Y MUDOS QUE
NO COMUNICAN LOS VALORES Y VERDADES EN LOS QUE CREEN.
Dejemos que el Señor, como al
sordomudo, se nos muestre cercano y compasivo, que nos lleve aparte, si es
necesario, de los círculos cerrados sociales o de pensamiento en que nos
movemos y defendemos.
ÉL NOS
ABRIRÁ LOS OÍDOS PARA OÍR LO QUE DEBEMOS OÍR Y NOS SOLTARÁ LA LENGUA PARA
HABLAR LO QUE DEBEMOS HABLAR EN CADA CIRCUNSTANCIA.
Esta disponibilidad a la gracia hará
que la Iglesia llegue a hablar el lenguaje de la gente, COMO EN PENTECOSTÉS, CUANDO TODOS LA OÍAN Y ENTENDÍAN EN SUS PROPIAS
LENGUAS (Hech 2,11).
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