´´SI CON EL SEÑOR MORIMOS,
VIVIREMOS CON ÉL; SI CON ÉL SUFRIMOS, REINAREMOS CON ÉL. PORQUE SI CRISTO RESUCITÓ,
TAMBIÉN NOSOTROS RESUCITAREMOS”
|
Los discípulos
no se inventaron la fe en la resurrección, no se les ocurrió que la vida del
Señor no había acabado en el sepulcro, ni fueron víctimas de una ilusión. Lo
que los evangelios nos demuestran es que, a consecuencia de la muerte de Jesús,
los discípulos quedaron profundamente abatidos, con sus esperanzas por los
suelos, sin nada que hacer ya, sino disolverse como grupo.
Poco después, sin embargo, movidos
por el testimonio dado por unas mujeres, fueron al sepulcro y comprobaron
que estaba vacío; pero aquello se prestaba a diversas interpretaciones y, por
sí solo, no era un hecho contundente que los moviera a aceptar la resurrección.
Ellos la captan y comprenden, no a partir de sus propias razonamientos y
deducciones, sino como una experiencia que les viene otorgada, como un don,
cuya iniciativa la toma el mismo Señor, que es quien los hace reconocer su
presencia en medio de sus búsquedas –como los que iban a Emaús– o en la
comunidad reunida en Jerusalén.
Pero les costó reconocerlo: el miedo, las dudas, la tristeza se lo
impedían. Unos quedaron atónitos sin poder reconocerlo, otros aturdidos en sus
dudas y otros creyeron ver un fantasma.
Lucas relata con
realismo la experiencia del Resucitado que tienen los discípulos e insiste, más
que los otros evangelistas, en la corporalidad del
Resucitado. La razón de esto es que los miembros de la comunidad a los que
destinaba su escrito eran cristianos procedentes de un medio cultural
helenista, en el que muchos creían en la inmortalidad del alma, pero no en la
resurrección de los cuerpos (Hech
17,18.32; 26.8.24), aunque creían fácilmente en fantasmas.
Para evitar
equívocos y disipar dudas, Jesús no sólo les demuestra su identidad,
mostrándoles sus manos y sus pies, sino que se sienta a comer con ellos.
Con este gesto
se quiere indicar que Él no es un fantasma, sino que está ante ellos de manera
real y concreta.
LOS DISCÍPULOS NO HAN TENIDO
UNA ILUSIÓN NI HAN VISTO UN ESPÍRITU.
Pero la
resurrección no significa que Él ha vuelto a la vida terrena que antes tenía,
destinada de nuevo a morir, sino todo lo contrario: DIOS LO HA HECHO PASAR A UNA VIDA NUEVA, DEFINITIVA, QUE SUPERA LA
MUERTE PORQUE ES UNA VIDA QUE SE SITÚA EN EL MISMO PLANO DE EXISTENCIA QUE LA
DE DIOS. NO SÓLO SU ESPÍRITU HA VENCIDO A LA MUERTE; TODA LA PERSONA DE JESÚS
ES LA QUE HA SIDO SALVADA DE LA MUERTE Y SUBSISTE PARA SIEMPRE EN SU NUEVA Y
DEFINITIVA FORMA DE EXISTIR EN DIOS.
Asimismo, Lucas
pretende señalar la relación que existe entre la experiencia que tuvieron los
primeros testigos y la que podemos tener hoy: ellos, a pesar de haber visto y
tocado al Resucitado, tienen –al igual que nosotros– que reconocerlo y creer
por la Palabra y el banquete.
El relato nos
invita, pues, a sentir presente al Señor escuchando su Palabra, contenida en la
Escritura.
Ella nos hace
ver que DIOS HA DEMOSTRADO TODO EL PODER
DE SU AMOR SALVADOR EN JESÚS RESUCITÁNDOLO DE LA MUERTE.
Ella nos enseña
también a confiar en el
Señor, SEGUROS DE QUE SI CON ÉL MORIMOS, VIVIREMOS CON ÉL; SI CON
ÉL SUFRIMOS, REINAREMOS CON ÉL” (2 Tim 2,11s). PORQUE SI CRISTO RESUCITÓ, TAMBIÉN NOSOTROS
RESUCITAREMOS (cf. 1 Cor
15).
Al mismo tiempo,
el relato enseña a descubrir la presencia del Señor en la comunidad, sobre todo cuando se congrega
para la eucaristía.
Allí, en la mesa
fraterna, en el banquete del pan único y compartido, que celebramos en memoria
suya, se nos hace presente el Señor, y se realiza la fraternidad por la acción
de su Espíritu.
Finalmente el
Señor quiere que sus discípulos se conviertan en “testigos” de su triunfo sobre
el pecado y la muerte. Llevarán este anuncio a todas las naciones, fortalecidos
por la fuerza que les viene del Espíritu Santo.
Los discípulos “vieron” y “tocaron”, pero tuvieron que reconocer y creer. También nosotros
tenemos que reconocer y creer. La Palabra nos abre el entendimiento para
comprender lo que hizo por nosotros.
El Pan que partimos nos hace comulgar
en su Cuerpo y forja nuestra unidad.
Comprobamos lo que nos transmitieron
aquellos primeros testigos Y NOS
ANIMAMOS A LLEVAR AL MUNDO EL MENSAJE DE QUE LA ESPERANZA DEL SER HUMANO ESTÁ GARANTIZADA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario