lunes, 5 de septiembre de 2016

CRISTO AMA NUESTRA VIDA Y NOS ENSEÑA A VIVIRLA ENGRANDECIÉNDONOS CON TERNURA.

CRISTO AMA NUESTRA VIDA Y NOS ENSEÑA A VIVIRLA ENGRANDECIÉNDONOS CON TERNURA.
Lc 14, 25-33
Homilía del padre Carlos Cardó, SJ
En la parte central del evangelio de Lucas, que corresponde a la subida de Jesús a Jerusalén, Lucas desarrolla el tema del seguimiento de Jesús: LAS CONDICIONES PARA SEGUIR A JESÚS Y SER DISCÍPULO SUYO.

Seguir a Jesús es mucho más que admirarlo. La gente tiene ídolos a los que admira: artistas, cantantes, futbolistas, deportistas… Se admira también a uno que otro personaje del mundo de la cultura, de la política o de las artes; Y SE VALORA A QUIENES ENTREGAN SU VIDA POR UNA CAUSA NOBLE.

Pero los admiradores no cambian de vida por apreciar a sus ídolos; no siguen a quien admiran, mantienen su vida de siempre.
Pues bien, JESÚS NO QUIERE ADMIRADORES, QUIERE SEGUIDORES Y QUIERE QUE LO IMITEN.
Ven y sígueme, nos dice. Ejemplo les he dado para que me imiten…
El texto de hoy nos hace ver que para ser discípulos seguidores de Cristo son esenciales dos actitudes:

La primera consiste en preferir al Señor por encima de todo; y esta preferencia la pone Jesús en el plano de los afectos humanos, aun de los más sagrados y profundos que uno tiene.
Dice al respecto: Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a posponer a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser mi discípulo.

Jesús es claro, habla de “post-poner”, que significa “PONER-DESPUÉS”; no habla, por tanto, de reprimir, ni sofocar, ni ignorar los afectos, sino de situarlos después de Él, para vivirlos en Él y orientados a Él.
Es claro que se deben cultivar los afectos de amor, ternura, dedicación y entrega a la familia, puesto que eso constituye un mandamiento de la ley de Dios.

Pero hay que preferir a Dios por encima de la familia, QUE NO PUEDE CONVERTIRSE EN UN OBSTÁCULO PARA EL CUMPLIMIENTO DE SU VOLUNTAD.

La segunda actitud que Jesús espera del discípulo es la disponibilidad para cargar la cruz detrás de Él.

“Cargar con su cruz” no significa añadir un peso adicional a las dificultades que trae la vida; ni puede interpretarse como provocarse y arrastrar dolores y pesares, sino asumir un estilo de vida que concuerde coherentemente con las exigencias del evangelio y del reino de Dios, lo cual conlleva muchas veces obrar contra las propias tendencias opuestas o los influjos que se reciben de la mentalidad del mundo, y asumir las consecuencias de sacrificio y renuncia que eso puede traer.

Y todo ello por una motivación muy personal y en nada abstracta o meramente moral o ascética (incorruptible):

La del querer seguir e imitar de alguna manera a nuestro Señor Jesucristo, “autor y perfeccionador de la fe, el cual, por la alegría que esperaba, soportó sin acobardarse la cruz, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Hebr 12, 2).

Por la alegría que esperaba, Jesús soportó la cruz sin acobardarse.
NO SE TRATA, POR TANTO, DE ENSOMBRECERSE LA VIDA.
Quien se determina a seguir a Jesús, comprobará que la vida no se le torna triste y sombría después de tanta renuncia y sacrificio, SINO QUE SU AMOR A JESÚS Y A SU CAUSA LE PERMITE EXPERIMENTAR EL SENTIDO Y PLENITUD QUE LA VIDA ADQUIERE CUANDO ESTÁ CENTRADA EN DIOS.

Es lo que afirma el apóstol Pedro al referirse a los que creen en Cristo: “USTEDES NO LO HAN VISTO PERO LO AMAN; SIN VERLO CREEN EN ÉL, Y ESO LOS HACE REBOSAR DE ALEGRÍA INDESCRIPTIBLE Y RADIANTE, PORQUE OBTIENEN EL RESULTADO DE SU FE: LA SALVACIÓN PERSONAL” (1Pe 1, 8).

DIOS NO RIVALIZA CON NOSOTROS NI NOS HURTA NADA DE LO QUE NECESITAMOS PARA SER FELICES; ÉL SÓLO SE OPONE A LO QUE NOS DESHUMANIZA O DAÑA, NOS DA LO QUE NECESITAMOS Y NO SE DEJA GANAR EN GENEROSIDAD.
Cuando uno se confía al amor del Señor y se determina a seguirlo como el valor supremo de su vida, comprueba que ese amor no le quita nada, SINO QUE LO ENGRANDECE, LO HACE DESARROLLARSE Y CRECER HASTA ALCANZAR AQUELLA PLENITUD DE REALIZACIÓN QUE SÓLO EN DIOS SE PUEDE ENCONTRAR. CRISTO AMA NUESTRA VIDA Y NOS ENSEÑA A VIVIRLA.
Las dos comparaciones que Jesús pone a continuación, del constructor de la torre y del rey que sale a combatir, sirven para comprender que ser discípulos suyos y seguirlo NO PUEDE SER FRUTO DE UN MERO SENTIMIENTO O ENTUSIASMO VOLUNTARISTA Y PRESUNTUOSO, SINO QUE HA DE SER ASUMIDO COMO UNA OPCIÓN DE VIDA CON PLENA CONCIENCIA, REFLEXIÓN Y RESPONSABILIDAD.

El que desea emprender algo grande, antes examina si tiene las fuerzas y recursos suficientes para llevar a cabo su proyecto.

La gran empresa aquí consiste en seguir a Jesús. En ella, la persona se juega mucho: EL LOGRO DE SU VIDA Y LA VICTORIA FINAL.

Jesús compromete, pero no busca a irreflexivos, sino a personas que saben a qué se comprometen.

La consecuencia con que acaba la reflexión no puede ser más tajante: el auténtico discípulo opta por Dios Y SABE QUE SEGUIR A CRISTO VALE MÁS QUE LOS BIENES DE LA TIERRA, AUNQUE A PRIMERA VISTA NOS PAREZCA LO CONTRARIO.

Este cristiano sabe que Dios le hace vivir una existencia mucho más plena que la que pueden proporcionarle las riquezas, por grandes y valiosas que sean.
El auténtico creyente, de ayer y de hoy, corrobora lo proclamado en su día por Pedro: SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS? SÓLO TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA... (Jn 6,68s).

Estos creyentes auténticos reconocen que no se puede azucarar el evangelio, hacer del seguimiento de Jesús una actitud light, sin consecuencias.
Por eso, cultivan a diario su trato con Él para fortalecer su adhesión a Él.
Unidos a su Señor, se capacitan para soportar las críticas, incomprensiones y hasta la hostilidad encubierta o descarada que se puede levantar contra ellos porque encarnan en sus vidas los valores del evangelio que contradicen los valores del mundo.


Se han vuelto signo y profecía viviente y recuerdan a sus hermanos lo esencial. 

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