lunes, 19 de diciembre de 2016

CÁRITAS ES ARTÍFICE Y PROTAGONISTA DE LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES.

CÁRITAS ES ARTÍFICE Y PROTAGONISTA DE LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES.


“Todo lo que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres, y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: «CUANTO HICIERON CON UNO DE ESTOS MIS HERMANOS MÁS PEQUEÑOS, CONMIGO LO HICIERON» (MT 25,40).

Juan Pablo II destacó que este texto bíblico «ilumina el misterio de Cristo».

PORQUE EN CRISTO EL GRANDE SE HIZO PEQUEÑO, EL FUERTE SE HIZO FRÁGIL, EL RICO SE HIZO POBRE”.

“Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente LOS VALORES DE LOS POBRES DE HOY, SUS LEGÍTIMOS ANHELOS Y SU MODO PROPIO DE VIVIR LA FE.

La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres.

Día a día, los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral:
EDUCAN A SUS HIJOS EN LA FE,
VIVEN UNA CONSTANTE SOLIDARIDAD ENTRE PARIENTES Y VECINOS,
BUSCAN CONSTANTEMENTE A DIOS Y
DAN VIDA AL PEREGRINAR DE LA IGLESIA.

A la luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos de Cristo, pobre como ellos y excluido entre ellos.

Desde esta experiencia creyente, COMPARTIREMOS CON ELLOS LA DEFENSA DE SUS DERECHOS” la reflexión y preocupación sobre el desarrollo humano entra con fuerza en el Magisterio de la Iglesia.

Frente a ideologías emergentes QUE VALORABAN AL HOMBRE SÓLO POR SU DIMENSIÓN PRODUCTIVA O ECONÓMICA, PABLO VI SEÑALA QUE EL VERDADERO DESARROLLO HUMANO DEBE CONSIDERAR A “TODOS LOS HOMBRES Y A TODO EL HOMBRE”.

Benedicto XVI, en Caritas in veritate, retomando toda la extensa y profunda reflexión sobre este tema, nos señala que “EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL COMO VOCACIÓN EXIGE TAMBIÉN QUE SE RESPETE LA VERDAD.

La vocación al progreso impulsa a los hombres a «hacer, conocer y TENER MÁS PARA SER MÁS».

Pero la cuestión es: ¿QUÉ SIGNIFICA «SER MÁS»?

A esta pregunta, Pablo VI responde indicando lo que comporta esencialmente el «auténtico desarrollo»: «DEBE SER INTEGRAL, ES DECIR, PROMOVER A TODOS LOS HOMBRES Y A TODO EL HOMBRE».

En la concurrencia entre las diferentes visiones del hombre que, más aún que en la sociedad que vivió Pablo VI, se proponen también en la de hoy, LA VISIÓN CRISTIANA TIENE LA PECULIARIDAD DE AFIRMAR Y JUSTIFICAR EL VALOR INCONDICIONAL DE LA PERSONA HUMANA Y EL SENTIDO DE SU CRECIMIENTO.

La vocación cristiana al desarrollo ayuda a buscar la promoción de todos los hombres y de todo el hombre.
Pablo VI escribe: «LO QUE CUENTA PARA NOSOTROS ES EL HOMBRE, CADA HOMBRE, CADA AGRUPACIÓN DE HOMBRES, HASTA LA HUMANIDAD ENTERA».

La fe cristiana se ocupa del desarrollo, no apoyándose en privilegios o posiciones de poder, ni tampoco en los méritos de los cristianos, que ciertamente se han dado y también hoy se dan, junto con sus naturales limitaciones, SINO SÓLO EN CRISTO, AL CUAL DEBE REMITIRSE TODA VOCACIÓN AUTÉNTICA AL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL.

El Evangelio es un elemento fundamental del desarrollo porque, en él, Cristo, «en la misma revelación del misterio del Padre y de  su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre»”.

“Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente:
En efecto, ENCUENTRA EN DICHO PROYECTO SU VERDAD Y, ACEPTANDO ESTA VERDAD, SE HACE LIBRE.

Y éste es el proyecto de Dios: una Historia de Salvación, una Historia que empieza en Israel y que avanza hasta nuestro momento presente, en el que estamos llamados –como nuevo Pueblo de Dios, COMO CÁRITAS– A SER ARTÍFICES Y PROTAGONISTAS.

“Sobre todo el fondo de la experiencia religiosa universal se destaca la Revelación que Dios hace progresivamente  de Sí mismo al pueblo de Israel.

Esta Revelación responde de un modo inesperado y sorprendente a la búsqueda humana de lo divino, gracias a las acciones históricas en las que se manifiesta el amor de Dios por el hombre”.

Dios crea, por un acto de su amor, al hombre y a la mujer (Cf. Gen 1,26-27) y les da la misión de dominar la tierra.
Por ello, están llamados a ser instrumento eficaz de la gratuidad divina en el jardín en el que Dios los ha puesto como cultivadores y guardianes de la creación.

“El libro del Génesis nos propone algunos fundamentos de la antropología cristiana:
LA INALIENABLE DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA, que tiene su raíz y su garantía en el designio creador de Dios;
LA SOCIABILIDAD CONSTITUTIVA DEL SER HUMANO, que tiene su prototipo en la relación originaria entre el hombre y la mujer, cuya unión es la expresión primera de la comunión de personas humanas;
EL SIGNIFICADO DEL ACTUAR HUMANO EN EL MUNDO que está ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza que Dios ha impreso en el universo creado, para que la humanidad lo habite y lo custodie según su proyecto.

Esta visión de la persona humana, de la sociedad y de la historia hunde sus raíces en Dios y está iluminada por la realización de su designio de salvación”.

Más tarde el hombre, con su desobediencia, rompe su amistad con Dios (cf. Gen 3,1-24) apartándose de su plan de salvación y anteponiendo su propia voluntad, de manera que COMIENZA A ENTENDER EL DOMINEN LA TIERRA COMO EL APODERARSE DE ELLA EN PROVECHO PROPIO.

“DESOBEDECER A DIOS SIGNIFICA APARTARSE DE SU MIRADA DE AMOR Y QUERER ADMINISTRAR POR CUENTA PROPIA LA EXISTENCIA Y EL ACTUAR EN EL MUNDO.

La ruptura de la relación de comunión con Dios
PROVOCA LA RUPTURA DE LA UNIDAD INTERIOR DE LA PERSONA HUMANA,
           DE LA RELACIÓN INTERIOR DEL HOMBRE Y LA MUJER Y
DE LA RELACIÓN ARMONIOSA ENTRE LOS HOMBRES Y LAS DEMÁS CRIATURAS.

De modo que en esta ruptura originaria debe buscarse la raíz más profunda de todos los males que atacan las relaciones sociales entre las personas humanas, de todas las situaciones que en la vida económica y política ATENTAN CONTRA LA DIGNIDAD DE LA PERSONA, CONTRA LA JUSTICIA Y CONTRA LA SOLIDARIDAD”.

Sin embargo, Dios en un acto de misericordia, a través de Abraham, elige un pueblo PARA ESTABLECER UNA ALIANZA QUE LLEVE AL SER HUMANO A RESTABLECER LA UNIDAD PERDIDA.

Dios inicia un nuevo proyecto de recreación humana, manifestándose como Salvador en los acontecimientos de la historia concreta de los pueblos.
De esta manera, la fe de Israel se expresa como una comprensión e interpretación histórica de la acción de Dios, que está presente, actúa y dirige los sucesos.
En el libro del Éxodo, cuando el pueblo traiciona nuevamente la Alianza, el Señor dirige a Moisés estas palabras: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos.
He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra A UNA TIERRA BUENA Y ESPACIOSA, A UNA TIERRA QUE MANA LECHE Y MIEL” (Ex 3,7-8).

La cercanía gratuita de Dios se manifiesta en la liberación de la esclavitud y en la promesa, que se convierte en acción histórica, de la que se origina el proceso de identificación colectiva del pueblo del Señor, A TRAVÉS DE LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y DE LA TIERRA QUE DIOS LE OTORGA.
Cuando el Pueblo se aparta igualmente de esta promesa y traiciona esta nueva Alianza, Dios enviará a los profetas que denunciarán todo aquello que se opone a la realización del Pueblo de Dios, Y ANUNCIARÁN QUE EN EL CAMBIO DEL CORAZÓN ESTÁ LA SALVACIÓN.

“LES DARÉ UN CORAZÓN NUEVO Y PONDRÉ EN USTEDES UN ESPÍRITU NUEVO:
LES ARRANCARÉ DE SU CUERPO EL CORAZÓN DE PIEDRA Y LES DARÉ UN CORAZÓN DE CARNE.
INFUNDIRÉ MI ESPÍRITU EN USTEDES Y HARÉ QUE SIGAN MIS PRECEPTOS, Y QUE OBSERVEN Y PRACTIQUEN MIS LEYES.
Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres.
Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios” (Ez 36,26-28).

Por otra parte, este amor a los pobres y la primacía de la justicia sobre el culto encontraron amplio eco en el resto de la Biblia tras esta época profética, sobre todo en el mensaje evangélico (Mt 5,3.23-24; Lc 4,18; 6,20; Stgo 2,5-7).

 Cuando llega la plenitud de los tiempos y Dios se revela a Sí mismo en el Hijo, el Rostro de Dios, manifestado progresivamente en la historia de Israel, RESPLANDECE PLENAMENTE EN EL ROSTRO DE JESUCRISTO CRUCIFICADO Y RESUCITADO.

El amor gratuito de Dios por la humanidad se revela, ante todo, COMO AMOR QUE TIENE COMO ORIGEN AL PADRE, DE QUIEN TODO PROVIENE; como comunicación gratuita que el Hijo hace de este amor, volviéndose a entregar al Padre y entregándose a los hombres; como fecundidad siempre nueva del amor divino que el Espíritu Santo infunde en el corazón de los hombres (cf. Rom 5,5).
En este mismo sentido, el Papa, en su encíclica Caritas in veritate, DENUNCIA UNA “VISIÓN DE LA EXISTENCIA QUE ANTEPONE A TODO LA PRODUCTIVIDAD Y LA UTILIDAD” e invita a considerar “la sorprendente experiencia del don”, pues “el ser humano está hecho para el don”.
Explica el Santo Padre CÓMO EL DESARROLLO, SI QUIERE SER AUTÉNTICAMENTE HUMANO, NECESITA DAR ESPACIO AL PRINCIPIO DE GRATUIDAD, SEÑALANDO LA NECESIDAD DE PERSONAS ABIERTAS AL DON RECÍPROCO.

En Jesucristo tiene cumplimiento todo el designio del amor de Dios por el hombre CUANDO ÉL, ASUMIENDO LAS CONSECUENCIAS DE NUESTROS PECADOS, SE OFRECE A SÍ MISMO COMO VÍCTIMA INOCENTE DE EXPIACIÓN CON EL SACRIFICIO DE SU VIDA, CRUENTO Y OBLATIVO EN LA CRUZ, INCRUENTO Y PROPICIATORIO EN LA EUCARISTÍA.

Todo cristiano -especialmente nosotros, agentes de la caridad–, para configurarse verdaderamente con el Maestro, “NECESITA ASUMIR LA CENTRALIDAD DEL MANDAMIENTO DEL AMOR, QUE ÉL QUISO LLAMAR SUYO Y NUEVO: «ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS, COMO YO LOS HE AMADO» (Jn 15,12).

Este amor, con la medida de Jesús, de total don de sí, es distintivo de cada cristiano y característica de la Iglesia, comunidad discípula de Cristo, CUYO TESTIMONIO DE CARIDAD FRATERNA SERÁ EL PRIMERO Y PRINCIPAL ANUNCIO: «RECONOCERÁN TODOS QUE SON DISCÍPULOS MÍOS» (JN 13, 35)”.

Es oportuno mencionar aquí a María, primera y ejemplar discípula, fi gura y modelo de la Iglesia, recordando que, desde los días de la primera evangelización y en todas partes de nuestro continente americano, “el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta.

Desde los orígenes –en su advocación de Guadalupe- María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión”.

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