jueves, 2 de marzo de 2017

¿SABES QUE MÁS QUE UN JUICIO, JESUCRISTO VENDRÁ BAJO EL SIGNO DE LA GRACIA, EL PERDÓN, LA MISERICORDIA Y EL AMOR DE JESUCRISTO

¿SABES QUE MÁS QUE UN JUICIO, JESUCRISTO VENDRÁ BAJO EL SIGNO DE LA GRACIA, DEL PERDÓN, DE LA MISERICORDIA Y DEL AMOR?                                                                          Mc 13,33-37
                                                                                              Los Jesuitas de Loyola

El primer domingo de adviento del ciclo dedicado a San Marcos comienza con el mismo tema con que terminó el ciclo de San Mateo: LA VIGILANCIA.

“Miren, velen y oren”. Esta exhortación cobra una fuerza especial porque viene a continuación de un pronunciamiento chocante de Jesús: “Pero acerca del aquel día o de la hora (en que regrese) NADIE SABE, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, SOLO EL PADRE”.

Este pronunciamiento lo transmiten solamente Mateo y Marcos y parece estar en contradicción con todo lo que ha dicho Jesús en el discurso apocalíptico precedente.

Pero en una contradicción parecida vivía la fe de la iglesia cristiana primitiva.
Por una parte el día final iba a ser preparado con muchos signos presagios del final; por otra parte iba a llegar ´´como un ladrón” en la noche cuando menos se le esperaba.

Si ni el mismo Hijo sabía el día ni la hora, ¿quién podía arrogarse tal conocimiento?
Y, sin embargo, ahí están esas dos frases contradictorias dependiendo de otro pronunciamiento que acaba de enunciar el mismo Jesús: “EL CIELO Y LA TIERRA PASARÁN, PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN”.

La contradicción en la que vive la fe cristiana se asienta sobra la palabra eterna, infalible, del Hijo del hombre.

Y Él mismo está sujeto a la polaridad misteriosa de su mensaje, como un hombre, que se atiene a lo que Dios le ha mandado proclamar.

Este pronunciamiento de Jesús creó problemas a la hora de definir el dogma trinitario en los concilios.

Pero san Marcos no tuvo esos problemas.
Así como su palabra y su saber son de Dios, así también son algo humano el saber y la palabra de Dios en la intimidad de Marcos.

La comparación del señor que se marcha de viaje y encarga el cuidado de sus tierras a sus criados ……, remite a la parábola de San Mateo.
En la versión de Marcos se observan algunas cosas extrañas.

El amo de la casa se va de viaje y la confía a sus criados. Sólo al portero le encarga la vigilancia. Pero luego les manda vigilar a todos porque, en cualquier caso, va a volver de noche.

Se comprende mejor que venga de noche inopinadamente ´´el ladrón”, pero el amo de casa… LA LITERATURA BÍBLICA hablaba siempre de aquel día, del último día, no de una noche.

También llama la atención que esa vigilancia no conlleva ninguna función. Sólo el portero sirve de ejemplo a los creyentes.

Pero al final SE LES MANDA VIGILAR A TODOS.
En todo caso esto significa que la espera próxima de los evangelistas ya no es ni puede ser una actitud entusiasta de éxtasis, ni tampoco una espera próxima apocalíptica, como la que describen los sumarios de vida eclesial en el libro de los Hechos.
En San Mateo esta vigilancia era activa, entregada a la responsabilidad de cada uno en los ministerios eclesiales.

En este estadio anterior de San Marcos puede quedar la impresión de que SE TRATA DE ESTAR DESPIERTO Y VIGILAR CON UNA ACTITUD CONSISTENTE EN MIRAR AL CIELO PARA VER CUÁNDO VUELVE EL SEÑOR.

Se comprende que esta mirada fijada en un tiempo futuro imprevisible fuera objeto de honda reflexión en las iglesias.

Si San Mateo introduce una actitud activa dedicada a los ministerios eclesiales que llena de sentido la actitud resignada de espera, San Lucas la corrige de raíz desde el final del evangelio en la escena de la Ascensión: “GALILEOS ¿QUÉ HACEN AHÍ MIRANDO AL CIELO? ESTE JESÚS QUE VEN AHORA SUBIENDO AL CIELO BAJARÁ DEL MISMO MODO”.
Y al comienzo de los Hechos se descarta la posibilidad misma de una vuelta cercana para introducir la necesidad de predicar el evangelio al mundo entero comenzando por Jerusalén.

La misión llena de sentido el tiempo que discurre desde la ascensión del Señor hasta su vuelta.

LA ESPERA ANSIOSA DE LA VUELTA PRÓXIMA DEL SEÑOR HA DEJADO DE SER UN FACTOR CONSTITUTIVO DE UNA FE PROYECTADA AL FUTURO INMINENTE.

En lugar de la inminencia de la vuelta gloriosa del Señor HA ENTRADO EN LA VIDA DE LOS FIELES LA TRASCENDENCIA DEL MOMENTO FINAL, CAPAZ DE IRRUMPIR REPENTINA E IMPREVISTAMENTE.

Ahora bien, la repentinidad no inculca en el ánimo la certeza de que la vuelta del Señor está ya cerca y puede irrumpir enseguida.
Inculca más bien QUE ESTAMOS EN UN TIEMPO PREVISIBLEMENTE LARGO CUYA DURACIÓN ES DESCONOCIDA.

La repentinidad no dice estrictamente nada acerca de la proximidad o lejanía del Reino; SÓLO AFIRMA QUE ESTA IRRUPCIÓN ES IMPREDECIBLE.
Resulta ocioso hacer cábalas con la constatación textual de que San Lucas conserva y afirma la proximidad de la parusía (el regreso del Señor), siendo así que, en la práctica la ha excluido, introduciendo en su lugar desde la ascensión un proceso histórico CON UN ENCARGO MISIONERO AMBICIOSO PARA CUYA REALIZACIÓN HABRÍA SIDO UN ESTORBO CUALQUIER FORMA DE ESPERA PRÓXIMA.

La obra de San Lucas es testigo de una reinterpretación tardía de la vuelta del Señor que convierte la actitud de espera próxima de la vuelta deseada del Señor EN UNA ACTITUD CONSTANTE DE VIGILANCIA ANTE LA VENIDA IMPREDECIBLE DE LA MUERTE DE CADA INDIVIDUO.

San Lucas es fiel testigo de que la Iglesia vivía una actitud polarizada entre vigilancia ante el futuro de la escatología (del final)  individual y la mirada hacia atrás, hacia el Jesús histórico que con su vida y su predicación asentó las bases de la vida de la Iglesia.

La Iglesia vive desde tiempo inmemorial el adviento COMO UN TIEMPO DE PREPARACIÓN DE LA NAVIDAD, UNA DE LAS FIESTAS MÁS UNIVERSALES Y ALEGRES DE LAS QUE CELEBRAMOS LOS HOMBRES.

En la Nochebuena festejaremos con alegría el nacimiento del Hijo de Dios, nos sentiremos conmovidos al contemplar la figura de un recién nacido que tiene por cuna un pesebre Y SUS PRIMEROS INVITADOS a visitarle son unos pastores, POBRES, MARGINADOS DE LA SOCIEDAD.

Hoy día fascina de manera especial la imagen de un Jesús que no anunció el reinado de Dios bajo el signo del juicio, como lo hizo Juan Bautista, SINO BAJO EL SIGNO DE LA GRACIA, DEL PERDÓN, DE LA MISERICORDIA Y DEL AMOR.

Jesús presentó a Dios COMO PADRE QUE AMA A LOS HOMBRES, PERDONA LOS PECADOS Y ACOGE A LOS PECADORES COMO HIJOS.


Pero lo nuevo del mensaje de Jesús es que el Reino de Dios está indisolublemente ligado a su persona, QUE YA VIENE.

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